sábado, 8 de octubre de 2011

Félix Romeo (1968 - 2011)


Está visto que la vida, incluyendo en ella a la muerte, conspira, incansable y artera, a nuestras espaldas: ayer, que me las prometía tan felices, recibo un correo desolador de mi querido José Luis Melero, dándome cuenta de la muerte fulminante de Félix Romeo, uno de sus amigos del alma. Para los que ya hemos pasado -y a estas alturas de la vida ¿quién no lo hecho?- por ese trance de perder a alguien tan querido y de convertirnos en huérfanos raros para siempre, recibir estas noticias nos reaviva cruelmente el dolor, como si alguien hurgase en una herida que sabes ahí y que nunca se cerrará del todo. Un dolor que se sufre por partida doble: por el recuerdo del propio amigo desaparecido y por el sufrimiento que estará padeciendo también este otro amigo que nos comunica su terrible pérdida.

Hay una foto de Félix Romeo Pescador -y ahora, mientras tecleo estas líneas se me ocurre que esos apellidos suyos se podrían traducir por enamorado de los peces-, que siempre me ha gustado mucho. Con ese gorro de lana encasquetado en su poderosa y lúcida cabeza, con ese aspecto bonachón de alguien con quien te irías sin dudar a tomarte unas cervezas para acabar la noche con la lengua incierta y un festival de abrazos, con esa mirada tierna y escéptica a la vez, con esa barba montaraz e insumisa, tiene toda la pinta de un marinero salido de algún relato de Conrad o Melville, un baqueteado lobo de mar de vuelta ya de sus navegaciones, regresado ahora tierra adentro en busca de afectos más cercanos y abarcables, y dispuesto a contar las veces que haga falta sus fortunas y adversidades a una parroquia de asombrados. Y si con su poquito de exageración, mejor. Que una mentirijilla bien narrada no le hace mal a nadie y añade sal a la fábula.

La tristeza sentida en la voz de José Luis cuando le llamé para darle un cálido abrazo desde esta distancia, se me traspasó en un instante. E imagino también la de otros amigos suyos que también lo son míos. Antón Castro, por ejemplo, alguien de la misma talla moral y humana (acabo de ver un vídeo en el que ambos conversan sobre la última novela de Félix, “Amarillo”, un texto donde la amistad y la pérdida son el alma de la misma). O Cristina Grande, que tanto lo quiso y que le dedicó su primer y espléndido libro, "La novia parapente". Pero no tuve fuerzas para llamar a nadie más. Ojalá que José Luis les haya transmitido también mi abrazo.

Estaban, él y otros amigos, de "velada etílica", aliviándose mutuamente de esa gélida y enorme herida de la muerte, algo que, a tenor de lo que contaban quienes le conocían de cerca, le hubiera encantado a Félix.
Ahora me duele su súbita ausencia tanto como si lo hubiera conocido.

Un gran abrazo, amigos.

Larga vida en su memoria, Félix.

5 comentarios:

  1. Que hermoso, sentido y doloroso texto, Elías. Seguro que los amigos de Félix se sentirán, al leerlo, reconfortados. Lo mismo que él, desde donde se encuentre. En tus palabras se ve tu ancho corazón. Félix, descanse en paz.

    Un abrazo.

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  2. Lo siento. Que en paz descanse Felix Romero.
    Un abrazo triste.

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  3. Isabel Román08 octubre, 2011

    Preciosa necrológica sobre una persona que no llegaste a conocer, pero de la que tantas cosas te han llegado por la vía del afecto y de los amigos comunes.
    Un abrazo grande, tan grande como tu propia persona. (Eres tan grande por fuera como por dentro).

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  4. Como digo, yo no lo conocía personalmente, pero sí a través de otros amigos.
    Y cuando un amigo sufre ese dolor también nos toca parte de él.

    Abrazos.

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  5. Me hubiese gustado conocerlo personalmente, pero no estuvo a mi alcance.

    Saludos.

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