martes, 4 de octubre de 2011

Desván con duendes


la cuna de madera blanca donde mis hijas durmieron
ese disco en que los beatles cruzan sobre un paso de cebra
la mesa antigua de los veranos en la terraza
el cartapacio de cartón con los poemas del amigo muerto
el extraño papel de arroz para liar cigarrillos
un remoto y querido trofeo deportivo
el viejo tocadiscos herido de muerte y de silencio
las fotografías de cuando éramos jóvenes y hermosos
esas películas que nunca me canso de ver
los juguetes de lata y madera que huelen a niño llorando
apuntes escolares de cuando la caligrafía era otra
esos cuadernos aún en blanco de variados continentes
la lupa la pipa y la pluma de tinta sepia
algunos relojes de bolsillo y sus leontinas de plata

y ese libro
que un día acariciaste
con tus ojos y tus manos

6 comentarios:

  1. Bello, melancólicamente bello, tanto que es imposible leerlo sin suspirar. Ay.

    Un beso grande, Elías.

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  2. Ése que describes, con permiso, te diré que es mi desván, además de otras cosas, tiene justamente todo lo que enumeras.
    Un abrazo desde Dublín.

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  3. ¡Precioso! No se lo enseñes a ningún cuñao, que lo desgracia.

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  4. La melancolía, paloma, ya lo dijo Joubert "es una pena que no tiene nombre".
    Me quedo con tu suspiro.

    Otro igual para ti.

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  5. Es lo que tienen los desvanes, Mercedes, que siempre encuentras en ellos algo que te sirve.

    Otro desde Mérida.

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  6. A mis cuñaos, Ridao, los mantengo a distancia.
    Sobre todo si hablamos de poesía.
    Ellos son más de "Cruzcampo".

    Abrazo.

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