martes, 25 de octubre de 2011

Mi otro yo


El otro día, por la calle, me vi envuelto en una de esas escenas bufas en las que a uno, actor involuntario y sufrido de la misma, se le pone cara de tonto sin remedio: alguien a quien apenas conozco, y que tampoco debe de conocerle muy bien a él, se empeñó, y aun se emperró, en confundirme con mi peor enemigo.
A pesar de mis amagos e intentos por demostrarle que yo no era quien él pretendía, el tipo no me dejaba meter baza en su verborrea y se obstinaba en el error con una cerrazón digna de mejor causa.
Me quedé perplejo, sin saber con exactitud qué decir ni cómo reaccionar ante la situación, una situación absolutamente chocante para mí hasta ese momento.
Con cara de tonto, ya digo.
Pero lo cierto es que desde entonces no dejo de pensar en el equívoco, de darle vueltas al asunto, de preguntarme a cuento de qué la confusión, cuáles serán las similitudes o actitudes que, a ojos de otros, guardo con él, el innombrable.
Y tengo un poco de miedo, lo confieso, de que el citado equívoco tenga visos de ser cierto, de que yo sea, mal que me pese, si no igual, semejante a mi enemigo.
Y de que a partir de ahora tenga otro motivo más para detestarme.

3 comentarios:

  1. Muy-muy buen relato. Enhorabuena.

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  2. Pues creí ser "yo" el de la foto, no varíamos nada en esa época.

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  3. Ay, el otro yo. Siempre al acecho, siempre recordándonos que nada es blanco ni negro; y que jamás acabaremos por conocernos (por reconocernos) con total seguridad.

    Como dice L.N.J.: "Muy buen relato".

    Un abrazo.

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