Como ese globo de feria que se escapa de la mano del niño y se aleja hacia el cielo -casi fuera ya de su mirada, pero al alcance todavía de su llanto- hasta desaparecer para siempre, así hoy mi intento de poema.
Y como el niño que -me gustaría pensar- al cabo sigo siendo, me he quedado.
Llorando.
Yo no me equivoco así como así, a tontas y a locas; yo -sabedlo de una vez-, yerro con mucha convicción y conocimiento.
Los animales nos miran como si todos nosotros estuviéramos locos.
Y si somos sinceros, habremos de convenir en que aciertan en gran medida en su apreciación, en que no les falla el instinto en demasía.
Y como el niño que -me gustaría pensar- al cabo sigo siendo, me he quedado.
Llorando.
Yo no me equivoco así como así, a tontas y a locas; yo -sabedlo de una vez-, yerro con mucha convicción y conocimiento.
Los animales nos miran como si todos nosotros estuviéramos locos.
Y si somos sinceros, habremos de convenir en que aciertan en gran medida en su apreciación, en que no les falla el instinto en demasía.
Se alzan firmes y luminosos estos tres globos, cada cual apuntando a un rinconcito distinto del corazón, pero con la común intención de remover nuestro sentimiento y nuestra conciencia. Vaya aquí mi aplauso.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pues no llores, que tu intento de poesía ha sido un hecho, no hay más que seguir leyendo.
ResponderEliminarHasta pronto.