En los edificios abandonados a los desastres y la incuria del olvido.
En las fábricas y talleres derrumbados, comidos por el óxido y el polvo.
En los descampados y solares dejados al acaso del tiempo y la intemperie.
Junto a las bocas sucias de los imbornales, sollozantes sobre el asfalto.
En todos esos lugares desolados y mortecinos suele haber casi siempre, insólitamente, algún zapato viejo y desparejado, tirado de cualquier manera, medio sepultado por el barro o los escombros.
Y ese zapato viudo -y si es infantil, para qué os cuento- me produce, no sé por qué, una congoja infinita.
* * * * *
Cuando tus zapatos apuntan hacia el cielo, o estás dormido, o estás borracho, o estás muerto.
Me has recordado la historia de una zapatilla de deporte... Es una historia muy triste, todavía me cuesta verbalizarla. Es cierto, donde hay abandono y desolación, hay un zapato.
ResponderEliminarHasta pronto.
Y las muñecas, Mercedes: una muñeca en un vertedero me pone de los nervios.
ResponderEliminarSiempre pienso en algo traumático, aunque no tenga por qué.
Abrazo.
Es cierto, también es fácil encontrarse una muñeca. A mí me pone, más que de los nervios, muy triste. Los niños y todo lo que les rodean, como para la mayoría, son mi debilidad.
ResponderEliminarPor cierto, esta entrada de "Zapatos" me ha inspirado muy especialmente para una próxima novela.