Para mostrarme sus múltiples desgracias y tuviera al mismo tiempo pruebas fehacientes de que no se quejaba de vicio, se sacó el ojo de vidrio, se quitó la dentadura completa, se desanudó el zapatón de cojo, se ajustó la rótula de la izquierda, se desmontó, en fin, con una habilidad insospechada, el brazo ortopédico…
Con semejante trajín, parecía -aunque bien es verdad que no lo dijo de palabra, que tampoco podía- pedirme que lo librara de todo aquello de una vez.
A la vista de tan penoso espectáculo, no tuve más remedio que acceder a su mudo y tácito deseo.
¿Usted qué hubiera hecho?
Uf, Elías. Éste me ha parecido demasiado cruel. Quizá porque recientemente un buen amigo ha perdido una pierna en un accidente. No sé, no he podido abstraerme de ello y conectar con esa vena de humor negro que rezuman estos "Deslices", por otra parte, tan bien escritos como siempre.
ResponderEliminarUn abrazo.
Vaya, Antonio, siento lo de tu amigo.
ResponderEliminarPero ya sabes de mi predilección por el humor negro y que no intento ofender a nadie.
Abrazo