sábado, 18 de junio de 2011

Hablando en sueños


Era una mujer estupenda. Pero, como todas las mujeres, difícil de entender. La verdad es que los hombres no estamos hechos para eso. Para entenderlas, digo.
Amable, simpática, cariñosa, sacrificada… Con deciros que fue ella quien se me declaró. Vamos, una joya, una de esas mujeres de las que se puede decir, literalmente y sin faltar a la verdad, que nunca han roto un plato.
¿Por qué le daría entonces por romperme la sopera en la cabeza mientras estábamos en la mesa?
Todavía, mientras me cosen los puntos en el cuero cabelludo (han tenido que rapar gran parte de mi hermosa mata de pelo) y me aplican pomada para las quemaduras, me pregunto por qué lo hizo.
A menos, claro, que se haya enterado de…
Pero no, eso es imposible.
Si yo no se lo he contado a nadie.

4 comentarios:

  1. Si es que la intuición de las mujeres es peligrosa, no necesitamos que nadie nos cuente las cosas. Avisado estás para la próxima vez.
    Hasta pronto.

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  2. Pues eso, Paloma y Mercedes: ay, que no hay manera de engañaros, ni siquiera un poquito.
    ¡Menudas sois!

    Besos

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  3. Ah, ¿pero lo de la sopera no fue debido a un ataque de locura transitoria, así sin más?

    Bueno, éste, por lo menos, salió vivo; que otros ni lo cuentan. (guiño cómplice)

    Un abrazo.

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