miércoles, 2 de junio de 2010

Paisanaje (9) Encarnación


La Encarni, aquella hija de su madre, sí que era una tía bragá, con los ovarios bien puestos en su sitio, una tía de pelo en pecho, como si dijéramos y para entendernos. En su época de esplendor, como se te ocurriera llamarla Encarnación (algo que la sacaba de quicio, no podía remediarlo la criatura), ten por seguro que te la guardaba y que algún día se lo cobraría con creces; si es que en ese momento no te pillaba con la guardia baja o los reflejos torpes y te ibas calentito para casa. Más de uno y de una (que no era ella de hacer distingos de género: -O todos moros, o todos cristianos” -decía simplificando) lo padecieron en sus propias carnes y pueden contártelo lo mismito que yo. Y si por un casual se te escapaba un “Doña Encarna” para dirigirte a ella por aquello  de la buena educación y el respeto debido a las damas, ay amigo, hasta aquí hemos llegado, cruz y raya, entonces ya podías darte por jodido para los restos.

Odiaba su nombre y a quien lo pronunciara. Con deciros que dejó de hablarse con su madre por haberle puesto así. Ni su propio marido en los momentos más íntimos (ésos tan ricos y escasos del ayuntamiento carnal) se atrevió jamás con el patronímico. Con esto os lo digo todo. Y os digo más: el veinticinco de marzo (fecha borrada en su calendario) era mejor no cruzarse con ella. De verdad, hacedme caso, les decía yo a los incrédulos que pensaban que aquello de la Encarni era una milonga. Que yo os aviso con tiempo y luego ya vosotros hacéis lo que queráis.

Tan peculiar dama sostenía, y ya os digo que era mejor no mentarle la bicha, que un nombre que proviene de un cuento chino (ella decía “una puta mentira” -que de vocabulario grueso tampoco andaba escasa la moza-, pero para el caso es lo mismo) no puede traer nada bueno; ni siquiera, remataba, regular, que, como todo el mundo sabe, es peor que malo. Claro, que en el pueblo no había bemoles para decírselo a la cara, vis a vis; a sus espaldas y a distancia, sí, venga rumores y maledicencias, venga dimes y diretes, venga correveidiles y miraditas de soslayo, pero cara a cara, mirándola a los ojos, ni dios bendito. Ni el cura, vamos.

Pero siempre hay a quien le gusta cagarla, quien disfruta hurgando en las  miserias ajenas sin pensar mucho en las consecuencias que acarrean sus acciones, y hasta de los pueblos vecinos aparecía de vez en cuando, despreciando la prudencia o la cobardía de los lugareños y dándoselas de machote, algún infeliz a hacer la prueba:


-Encarnación, guapa, ven p´acá a tomarte una copita conmigo, anda. Venga mujer, no seas siesa -citaba el inocente desde lejos con chulería suicida sin sospechar ni por un momento la borrasca puñetera que se le venía encima, la caja de Pandora que estaba abriendo a lo tonto por su escasez de seso y para su inminente desgracia. Y entrando al trapo con entusiasmo, encelá en el reclamo cabrón del odiado apelativo, allá que se arrancaba la Encarni subiéndose por el camino las mangas del vestido, la rebeca o la blusa, según la climatología, dejando al descubierto unos brazos como paletillas de jabalí y con un gesto en el entrecejo que no auguraba pero que nada bueno para el inconsciente bravucón: un toro, tal que un toro cinqueño saliendo de chiqueros como una locomotora sin frenos parecía la Encarni bramando calle abajo y soltando lindezas por esa boca espumeante por la rabia. Alguno de estos taraos, viendo la que había desatado con la gilipollez, oliéndose la tostada y la inminencia del desastre, intentaba hacerse el longuis y camuflarse entre el gentío buscando escapar de la quema, pero no había caso; una vez la Encarni lo tenía localizao y en su punto de mira, el final estaba cantao, ya podías apostar sobre seguro: uno tras otro, forastero tras forastero (macarras, ex legionarios, señoritos de casino, gañanes desertores del arado, picapedreros incluso…), se sumaban a su lista de víctimas y caían como patitos de caseta de feria atinaos de lleno con el plomillo. Después de la somanta marchaban de vuelta a sus lares con el rabo entre las piernas, algún diente de menos y alguna matadura de más en el pellejo. Y sin ganas de repetir la experiencia, mira tú por dónde.
-Hala, listillo, ya vas apañao. Vuelve a por otra, anda -les despedía la Encarni con retintín mientras se atusaba el moño y se recomponía el refajo.

Durante una buena pila de años no hubo quien la tosiera por estos contornos. Mientras le duró el vigor, retuvo el título con todas sus consecuencias ante los más variopintos adversarios. Récord provincial en todas las categorías de disputas y mala leche.


Mas el tiempo, ese cabrón con pintas que entumece el músculo y atempera bravuras, que afloja la libido (qué putada, mi brigada) y clarea las sienes, no pasa en vano, no señor: la Encarni parece ahora una inofensiva viejecita atada a su mecedora, cosiendo bodoques y puñetas, horneando rosquillas que reparte generosa entre los mocosos, haciendo mandaos de buena vecina, ayudando en la parroquia... Como si quisiera hacerse perdonar antes de que venga flaca de la guadaña preguntando por su domicilio.

Pero, que yo sepa, nadie se fía del , que quien tuvo, retuvo, y que fíate tú de la virgen y no corras. Y además, que vete tú a saber.

Si hasta la lápida la tiene ya encargada con el apócope en letras bien gordas.

En mármol negro, eso sí.

12 comentarios:

  1. ¡Madre mía! Vaya con doña Encarna, menudo trauma tenía con su nombre. A mí tampoco me gusta el mío, pero de ahí a correr a gorrazos a quien me nombre o dejar de hablar a mi madre.
    Buen texto.
    Un abrazo.

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  2. He echado una vista a tu sección de Paisanaje y es estupenda.
    En concreto ésta es impresionante. Da gusto leer tu fluida prosa que desborda humor y buenas letras por los cuatro costados. Encarnación (perdón, Encarni), representa ese prototipo de mujer de armas tomar que, el tiempo no consigue borrar.
    He pasado un rato muy divertido leyéndote. un placer.

    Un saludo.

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  3. Me he reido un montón Elías imaginando a la tal Encarni con mano firme amedrentando a los osados mozos.
    Un saludo.

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  4. ¡Cómo se las gastan algunas por un "quítame esas pajas"!¡Vaya fauna que hay por ese pueblo!

    Fluido y divertidísimo.

    Un abrazo.

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  5. Fina e inteligente la ironía (la tuya) y de la mala leche de la Encarni, mejor ni la miento, no vaya a ser que se haya aburrido de los pestiños y las puñetas y se haya conectado a internet ;-). Me ha encantado.

    Un beso.

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  6. Isabel Román02 junio, 2010

    Completamente de acuerdo en lo divertido e ingenioso de tu texto, Elías. Es un placer leerte.
    Un beso.

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  7. Mercedes: como se entere la Encarni que la has llamado Doña Encarna, capaz es de presentarse allí y "darte un repaso".

    Otro abrazo para ti y gracias por tu fidelidad.

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  8. Gracias, Marisa: ya también paso muy buenos ratos imaginando y escribiendo estos estereotipos.
    La intención es ésa: haceros reír.

    Abrazos

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  9. Pues tu risa, Su, entre las de los demás amigos, es lo que buscaba con el texto.
    Me alegro de haberlo conseguido.

    Un abrazo.

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  10. Bueno, Antonio, y la demás fauna que seguirá apareciendo por aquí.
    Habrá que tener "cuidao" si alguna vez aparecemos por allí. Y cómo no sabemos que pueblo es, pues puede ser cualquiera.

    Abrazo.

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  11. Paloma: como se haya conectado a Internet la Encarni, ya nos podemos ir preparando.
    Me encanta que te haya encantado.

    Un beso.

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  12. Gracias, Isabel, por tus palabras.
    Ya sabes lo que significan para mí.

    Un beso.

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