sábado, 19 de junio de 2010

Obrigado, José



Hoy, en el día de su muerte, parece obligado dar las gracias a José Saramago. Gracias por una obra rica, llena de matices y aristas, y con la que compuso, a través de las parábolas e historias contenidas en sus libros, un atinado retrato del hombre contemporáneo, de sus miedos y esperanzas.

Yo llegué hasta Saramago -como a tantos otros autores y libros- de la mano de mi maestro Ángel Campos Pámpano, gran amigo suyo, quien me regaló los primeros libros que leí de él -Memorial del convento y El año de la muerte de Ricardo Reis- y, años más tarde, facilitó algún encuentro en persona con él.

No he leído toda su obra -una obra rica y extensa que le hizo merecedor del Premio Nobel de Literatura en 1988 por, según los académicos suecos, "su capacidad para volver comprensible una realidad huidiza, con parábolas sostenidas por la imaginación, la compasión y la ironía»-, pero libros como Levantado del suelo, La balsa de piedra, Historia del cerco de Lisboa, Ensayo sobre la ceguera, Todos los nombres, Viaje a Portugal..., son algunas de sus obras que guardo en mi biblioteca con un cariño intenso por lo que significaron en su momento.

Y un libro, para mí especial, que pocas veces se resalta en su bibliografía -poca gente sabía, o al menos no se le citaba casi nunca como tal, que Saramago era también poeta-: El año de 1993, una especie de parábola futurista y esperanzada (el libro fue escrito en 1975, justo después de la Revolución de los Claveles que significó el derrumbe de la dictadura salazarista) donde los hombres aprenden a renacer de la opresión en un mundo destruido por ellos mismos, y del que poseo una hermosa edición ilustrada con dibujos de Juan Barjola y traducción del propio Ángel Campos Pámpano, y publicada por la editorial extremeña Los Libros del Oeste, en 1996.

Como homenaje a su memoria, dejo aquí dos de los poemas del citado libro:

2
Los habitantes de la ciudad enferma de peste están reunidos en la plaza mayor que así fue conocida porque todas las demás se transformaron en ruinas

Fueron sacados de sus casas por una orden que nadie oyó

Sin embargo según estaba escrito en leyendas antiquísimas habría voces llegadas del cielo o trompetas o luces extraordinarias y todos quisieron estar presentes

Tal vez algo podría suceder en el mundo antes del triunfo final de la peste aunque fuese una peste mayor

Allí están pues en la plaza angustiados en silencio esperando

Y luego no se oye otra cosa que una aérea y delicada música de clave

Una fuga compuesta hace doscientos cincuenta años por Juan Sebastián Bach en Leipzig

Es entonces cuando los hombres y mujeres sin esperanza se dejan caer en el pavimento rajado de la plaza

Mientras suena la música y vuela sobre los campos devastados




5
La ciudad que los hombres dejaron de habitar está ahora sitiada por ellos

No se debe pasar por alto la exageración que hay en la palabra sitiada

Como exageración habría en la palabra cercada o en cualquier otra sinónima sin querer animar la debatida cuestión de la sinonimia perfecta

Los hombres están sólo alrededor de la ciudad tan incapaces de entrar en ella como de alejarse definitivamente

Son como mariposas de la noche atraídas no por las luces de la ciudad que ya se borraron desde hace mucho

Sino por el perfil desarticulado de los tejados y de los entablamientos y también por la red impalpable de las antenas de televisión

De día una enorme ausencia guarda las puertas de la ciudad

Y las calles tienen ese exceso de silencio que hay en lo que fue habitado y ahora no

En la ciudad tan sólo viven los lobos

De este modo habiéndose invertido el orden natural de las cosas están los hombres fuera y los lobos dentro

Nada ocurre antes de la noche

Entonces salen los lobos a cazar a los hombres y siempre logran alguno

El cual entra finalmente en la ciudad dejando por donde pasa un reguero de sangre

Allí donde en tiempos más felices dispusiera con parientes y amigos almuerzos intrigas calumnias

Y cacerías de lobos




4 comentarios:

  1. Dichoso tú, Elías, que pudiste tratarlo personalmente. Y gracias por traernos esas dos joyas desconocidas para la mayoría. A mí, aunque no he leído toda su obra, es un escritor que me gusta mucho y con el que he "disfrutado" enormemente. Me admira su capacidad de fábula y esa aparente sencillez con que tira del hilo en sus historias. Yo no sabría con qué obra quedarme (si es que fuera obligado quedarse con alguna en concreto), pues de todas saco provecho y obtuve placer de lector; de hacerlo, quizá El año de la muerte del Ricardo Reis fuese la obra elegida, pues, quizá, de entre las novelas que he leído de él me parezca la más poética, cuestión ésta, siempre subjetiva.

    Creo que me estoy enrollando demasiado. Y lo que quería decir era, simplemente, que la literatura ha sufrido una importante pérdida (también los hombres). Nos queda su palabra, su ejemplo ético, y desde ahora, también, su silencio y su ausencia.

    Un abrazo.

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  2. es verdad lo que dices, Antonio: ahora nos queda su palabra y su ejemplo para que el olvido no haga su trabajo con la eficacia que acostumbra en otros casos.

    Un abrazo

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  3. Gracias, Mercedes.
    Ojalá encuentre ese descanso, esa paz, que dices.

    Un abrazo.

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