Como a tantos otros grandes poetas y escritores, llegué a la poesía y la figura de Aníbal Núñez de mano ¡cómo no! de Ángel Campos Pámpano. El primer libro suyo que leí fue Estampas de Ultramar en la edición de Pre-Textos de 1986. En el 2007, la Diputación de Salamanca publicó una preciosa edición ilustrada del mismo libro con estudio de Fernando R. de la Flor y grabados de Germán Labrador Méndez.
Estampas… es un libro que algunos de los exégetas de Aníbal reputan como menor en su obra. Puede ser; "doctores tiene la iglesia", que vino a decir el de la triste figura. Pero a mí me descubrió todo un mundo poético que ni siquiera sospechaba. Su lectura fue posiblemente el germen de no pocos de mis primeros poemas publicados y me atrevería a decir que aún se presenta, como un invitado imprevisto, en algunos de los textos que ahora escribo. Me gusta pensarlo así.
Aunque no llegamos a conocernos en persona, poco antes de su muerte llegué a cruzar algunas cartas con él, hablamos un par de veces por teléfono, intercambiamos algunos libros y revistas... Hasta le envié un ejemplar original y numerado (el 43) de su plaquette Trino en estanque, publicada en la colección Cuadernillos de Madrid en 1982, que conseguí en una caseta de Moyano, y del que él no tenía ninguno. Antes hice una copia cuasi facsímil de la misma porque ya entonces atesoraba todo lo suyo.
Hace poco, a través de mi amiga Isabel Sánchez, conseguí otro hermoso libro suyo, una preciosa edición facsímil del manuscrito y su transcripción de Primavera soluble, publicado también por la Diputación de Salamanca en 2003.
Este introito, que ya acabo, es solamente para decir que hoy comienzo a publicar aquí, en estricto orden, los poemas de aquel libro que me abrió un mundo.
(Atendiendo no solo a las órdenes de la
Administración Holandesa)
No tengo aquí que transportar bagajes
ni pertrechos, soldados, municiones,
mujeres. No preciso tres canoas
ni procurarme otra o dar recados
Puede que la partida se haya fijado para
las cinco de la tarde
(El sultán de Tidor prometió ayuda)
Puede ser que ni sea necesario
apagar la citada insurrección
No sé qué hacer con el papel
donde apunté: “los mercenarios
cobrarán del botín”
Lo que de veras necesito
es abrir un paréntesis.
Coda: Me encanta esa fotografía de Aníbal pellizcándose levemente la barba, con esa mirada socarrona y la sonrisa un punto escéptica.
Desde hace más de veinte años ocupa un lugar preferente en mi lugar de trabajo, donde tecleo estas líneas.
Qué buena idea la de recordarnos a este escritor y ser humano único, díscolo y nada complaciente, que fue también importante para muchos filólogos de Cáceres.
ResponderEliminarUn abrazo, amigo. (Disfruto de tus morerías en mi librito precioso).
Me gusta, Elías, leer esta poesía al asalto, como ahora propones, donde el poema inesperado nos señala con su roce creativo. Yo llegué a Aníbal -y a Ángel- de la mano y recomendación de María Rosa Vicente cuando la conocí en unas vacaciones de Pascua en que vino a Don Benito en sus años universitarios de Salamanca allá por el 77. Ángel fue un especial amigo -no por mí sino porque él nos proporcionaba ese trato- y todavía es un presente entusiasmo, guardado en esa región de lo que no decae y además nos mantiene. Aníbal lo recuerdo de las noches y bares de la calle Meléndez como un habitual de ese paisaje. Lo vi rondar por mesas, barras, grupos de gente, entradas y salidas imprevistas y hablé con él las cuatro palabras rápidas y afiladas de lo que terciaba la noche, sus mordazas y el descrédito y reto de sus luces. Nunca nos presentamos como gente del gremio de la poesía, ni intentábamos esa pose de ridículas señoritas de provincia. Aníbal sigue apareciéndoseme con los destellos de su escritura atravesada y sin fanfarrias, consciente de su genialidad no usada -por recordar a otro paisano, Fray Luis, también rebelde y admirable- y su renuncia a ser ni de lejos asimilado por esa tradición provinciana y bienpensante que a la que es demasiado indigerible e insobornable para haberle utilizado.
ResponderEliminarAfortunadamente, como a tí, sé de las tardes en que un poema suyo todavía me sorprende, y de los otros momentos que mi escritura le debe el arranque de un nuevo poema. En gustosa privacidad podríamos compartirlo. Este año pasado, hasta gente como tú y Alfredo J. Ramos me habéis regalado libros suyos. Fíjate si sigue estando a un paso. Un abrazo
Elías, ayer puse un comentario a esta entrada que, por algún regate de la informática no debió llegarte. Te venía a decir, más o menos, que era una gran idea lo de traer aquí la poesía de Aníbal Núñez, y que había remitido el enlace de la entrada a Paco Castaño, quien fue buen amigo suyo en vida (incluso escribieron alguna cosa a medias, que he tenido la suerte de conocer) y un defensor a ultranza de su obra.
ResponderEliminarUn asbrazo.