martes, 17 de enero de 2012

Escribiendo / Tecleando



Maniático de la pulcritud y de la higiene, se lavaba las manos con jabón veinte veces al día, iba rasurado al milímetro, las uñas pulidas con sumo esmero, el pañuelo de algodón perfectamente doblado e inmaculado, los zapatos lustrados a más no poder; lo que se dice un pincel, un figurín, un paradigma de la elegancia y el buen gusto.
 

Pero en cuanto cogía la pluma o se ponía al teclado y pergeñaba unas líneas cualesquiera, la ortografía, la sintaxis, la gramática entera, acobardadas en un rincón del desastre, se lanzaban a llorar a moco tendido, con un desconsuelo tan atroz que su lamento podía oírse verso a verso, entre capítulo y capítulo, una página tras otra sin desmayo.

Por no hablar de cuando intentaba echar mano de la oratoria y endosarnos alguna de sus insustanciales proclamas; entonces las palabras, las frases, con su prosodia maltrecha, se declaraban en rebeldía con todas las de la ley, se resistían con uñas y dientes a ser masacradas sin más por una causa inútil.

3 comentarios:

  1. Vaya que se dá gente así, todo fachada pero amputados cerebrales, he llegado a conocerlos.
    Aunque son especie en extinción, hoy por hoy, además de mal hablados, mugrosos los que abundan.

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  2. Elías, maravillosas tus morerías. Mira que es raro, pero me has dejado sin palabras. Un beso enorme.
    Pilar Galán

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  3. Isabel Román17 enero, 2012

    Pues persiste un modelo en el mundillo cultural que ese sí que desquicia los nervios: el pedante. El que construye párrafos muy aparentes pero incomprensibles, sembrados de referencias difíciles de compartir, de citas, de prestigiosos nombres cultos, a discreción, y de palabras extranjeras, probando todo ello inmensos y variadísimos saberes... ¡¡Uff, qué estrés sólo de leer!!
    Alguna vez he estado a punto de poner como comentario a alguna entrada de blogueros de ese tipo: "Poh fale..." Pero mejor desertar de la tontería, no sea que se nos pegue.
    Y mejor ser una profesora formalita, y no tomar el pelo a un especimen tan común en mi profesión . (Con evitar el contagio de esas excrecencias cerebrales ya tendría una medio ganado el cielo; Jesús, qué cruz!).

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