jueves, 6 de mayo de 2010

El oso




Si siempre nos parece sorprendente la actitud de esos perros que, una vez muertos sus amos, se dejan morir ellos mismos a los pies de las tumbas donde fueron enterrados, o esos otros que, abandonados y perdidos, aparecen al cabo del tiempo, a veces tras varios meses o años, en las casas de donde salieron, el suceso que ha llegado a mis oídos no debería preocuparme como lo hace desde que tengo noticias de él. En cierto zoológico europeo, el mismo día en que hubo que sacrificar por parte de los cuidadores un ejemplar de gamo hembra deformado y casi inmóvil por la falta de espacio y actividad, un enorme oso pardo de la jaula de enfrente atacó y despedazó a todos sus compañeros de cautiverio y a punto estuvo de arrancar, con una fuerza descomunal, las puertas de su prisión. Tuvo que ser abatido de dos certeros balazos.


Tan extraño comportamiento del plantígrado, hasta ese momento muy apreciado por cuidadores y visitantes por su mansedumbre, no ha podido ser explicado en modo alguno por los más afamados especialistas en el comportamiento animal. Como les hemos negado a los animales la posibilidad de la locura, porque ella implica la pérdida de la razón, que también les hemos negado, alguien aventuró la hipótesis, medio en serio, medio en broma, de que el oso, contraviniendo toda la teoría de la evolución y los instintos genéticos, se hubiera “enamorado” -así se dijo, “enamorado”-, de la hembra gamo y que no pudiendo soportar su ausencia, actuara como lo hizo para procurar su propia muerte. De modo que enamorado y suicida. Pero eso, nos dicen, es imposible, los animales no tienen esa clase de sentimientos. Y sin embargo, no puedo dejar de darle vueltas a este asunto.

El establecimiento, uno de los más prestigiosos del continente, permanece cerrado al público desde entonces y no por falta de atractivos -existen en él ejemplares de algunas de las más raras especies (cabe decir de las más amenazadas de extinción)-, sino por el absoluto mutismo e inmovilidad del resto de los animales que se niegan, en la mayoría de los casos, a salir de sus cubiles.


Y en estas circunstancias, que de prolongarse en el tiempo supondrá la muerte para muchos de ellos, los visitantes, que en los días y semanas posteriores al suceso antes citado se multiplicaron morbosamente, no encuentran el más mínimo atractivo para su visita.

8 comentarios:

  1. Una historia inquietante y que da que pensar. Empeñados como estamos en creernos los reyes de la creación, hechos como éste vienen a rompernos los esquemas, y a poner en tela de juicio esa grandeza que a nosotros mismos nos hemos atribuido. Naturalmente, hablo del "hombre".

    Un abrazo.

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  2. Gracias, Antonio, por tu atinado comentario.
    Efectivamente, el tema de los sentiminetos -de lo que entendemos por sentimientos- en los animales, a mí me da mucho que pensar.

    Un abrazo.

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  3. Esa manía nuestra de creer que somos los únicos que sentimos... Yo tengo una perrita -Jara- conozco bien muchos de sus sentimientos,otros los intuyo y sé que muchos los desconozco. Me pasa exactamente lo mismo con mis amigos/as.

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  4. Sin duda mi querido Eliás los animales tienen razones que el hombre no entiende. Razones que los hace más lógicos y digo yo, ¿por qué el hombre por adueñarse, se adueña hasta de la misma omnipotencia?, que osadía no crees???.

    Un abrazo.

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  5. Isabel: idéntica sensación tengo yo con la mía -Nana- y con los míos.

    Besos.

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  6. Pues sí, Lola, así somos; unos bárbaros en cuanto nos descuidamos. Nos llevamos por delante lo que sea con tal de satisfacer nuestra prepotencia con respecto a las demás especies.

    Otro abrazo para ti.

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  7. Qué hermosa historia. Yo creo que sí, que el oso se había enamorado, tal vez lo que nos pasa es que somos tan cortos que nos cuesta ponernos en el lugar de los animales; pero ellos también tienen su mundo de los afectos y si me apuras creo que más puro que el nuestro, que siempre está unido a algún tipo de interés.
    Un abrazo.

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  8. Claro que sí, Mercedes, claro que se había enamorado. ¿Y quienes somos nosotros para decidir si los animales se enamoran o no?
    Y como dice, seguramente de manera más pura que nosotros.

    Me alegro de que te haya gustado.

    Un beso

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