El pasado día trece realicé un viaje a Badajoz con un objetivo muy concreto; volver a saludar a Andrés Neuman (a quien había conocido apenas tres semanas antes en el Instituto Cervantes de Madrid) y escuchar la lectura de sus poemas en su propia voz dentro de las actividades del “Aula de Poesía Enrique Díez-Canedo”, una actividad organizada por la Asociación de Escritores Extremeños desde hace casi veinte años. Por allí han pasado desde Antonio Gamoneda (quien inauguró el Aula en un ya lejano 1992) hasta José Hierro, desde Olvido García Valdés a Dulce Chacón, desde Fernando Pinto do Amaral a valter hugo mãe, desde Bernardo Atxaga a Joan Margarit…, entre muchos otros. 116 autores hasta el presente.
Lo mejor de la poesía en español y en portugués del último medio siglo.
Llovía a ratos esa tarde; cuerdas de tormenta entre calma y sol, súbitos chaparrones y una brisa cálida. Dando un paseo, y mojándome de tanto en tanto, me acerqué al hotel donde se alojaba para acompañarle hasta el lugar de la lectura. Hasta allí se acercó también mi querida Isabel Barceló, un lujo de presentadora.
Ya en el MEIAC, donde se realizan tradicionalmente las lecturas del Aula, eficazmente dirigida por Enrique García Fuentes y José Manuel Sánchez Paulete (tanto monta), de una sola tacada, como los grandes jugadores de billar, y entre sabrosas anécdotas, inteligentes comentarios y sabias apostillas, Andrés Neuman nos dejó carambolas como éstas:
Palabras a una hija que no tengo
Entornaré tus ojos si prometes soñarme.
Compréndeme, no es fácil velar por alguien siempre:
a veces necesito saber que tienes miedo.
Cuando sepas hablar, dame mi nombre;
diciéndome papá habrás hecho bastante.
En invierno no abrigues demasiado
tu cuerpo de princesa, más útil y más noble
es irse acostumbrando a resistir.
Acepta golosinas de los desconocidos
(no está el mundo como para negarse)
pero apréndete esto en cuanto puedas:
más frecuente es lo amargo, que te ignoren,
y no los caramelos.
Te enseñaré a leer fuera del aula
y llegada la hora quiero que escribas “mar”
sobre los azulejos del pasillo.
Cuando cruces por fin la calle sola
sabrás que el riesgo y la velocidad
perseguirán tus días para siempre.
No creas que en el fondo no soy un optimista:
de lo contrario tú no estarías ahí
cuidando que te cuide como debo.
Como ves, desconfío
de quienes no veneran el asombro
de estar aquí, ahora.
Existe la alegría, pero duele;
tendrás que conseguirla.
Y cuando la consigas tendrás miedo.
(De El tobogán)
Mujer leyendo
Admirar es el verbo
que dice en su doblez
lo que despierta en mí tu quieta pose.
Esa misma doblez está en tus pechos
porque elevas el libro y lo sostienes
juntando bien los brazos, plegando la atención.
Me tienta imaginar el personaje
al que estás abrazando, en qué adjetivos
prefieres detenerte. Me entretengo
calculando la pausa, la cadencia
con que pasas las páginas: sonrío
al comprobar que eres una lectora lenta,
con rodeos de asombro o de pregunta.
Quién pudiera recibir de ti esos ojos
con el mismo deseo, con idéntica hondura.
Eres lo que hace falta. Belleza meditando.
Carne en su temblor y sus sintaxis.
Ese lugar en que la inteligencia
y la sensualidad se hacen un nudo.
(De Mística abajo)
Un tipo magnífico, “Andresito”, como le llamaba nuestro querido Viñals, a quien, por cierto, él dedicó su primer libro de poemas, "Métodos de la noche".
Un detalle: delante de mí, compró y pagó de su bolsillo el volumen donde Acantilado Ed. recogió toda su obra poética: “Década (Poesía 1997 – 2007)”, para regalármelo dedicado.
Gracias, Andrés, por tu presencia, talento y generosidad.
Gracias a ti Elías por traerlo, a mí me parece sencillamente un genio.
ResponderEliminarUn beso.
Otro regalo, empezar la mañana leyendo estos poemas emocionantes (y cómo, para quien es mujer lectora y madre de una niña,además) que nos has seleccionado. Gracias, Elías.
ResponderEliminarY además, Paloma, es encantador, todo un seductor.
ResponderEliminarUn placer tus visitas.
Un beso.
¡Cuánto me alegro, Isabel, que te lo hayas tomado así, como un regalo!
ResponderEliminarMañana, en lo Cumbreño, te doy el cuadernillo, donde hay más joyas.
Un beso.
Un gran poeta, sin duda. Y excelente tipo. Amistades así, hay que cuidarlas.
ResponderEliminarUn abrazo.
Querido Elías, tienes mucha razón. Andrés es un tipo formidable, como persona y como escritor; simpático, elocuente, brillante e ingenioso. No solo te regaló a tí su libro dedicado, compró muchos y después del recital, en el bar donde tomamos las cañas, se sentó en una mesa y dedicó y regaló numerosos libros que había comprado en "Universitas" a Enrique, a Isabel, a Irazoki (para mandárselos a Paris). En fín todo un hallazgo de amistad, generoso, locuaz y entrañable. Su único defecto es que no le gusta la cebolla.
ResponderEliminarPues sí, Antonio, ya que "las afinidades son electivas" qué menos que cuidarlas como creemos que se merecen.
ResponderEliminarY Neuman es de los buenos. Eso se ve a la primera.
Un abrazo.
Estimado Carlos, con todos los respestos, tus palabras me suenan a viejas batallitas que ya no interesan a nadie, y mucho menos a los jóvenes poetas, sean andaluces o extremeños. No nos pongamos regionales a estas alturas. Por lo demás, he entrado a la web de Newman, y he visto que también tiene poemas muy diferentes a los colgados por el amigo Elías. Dos botones de muestra por si te agradan más:
ResponderEliminar(LA DULCE CUCHARADA)
Es lo que necesito para hablar.
No el hecho: la inminencia.
No el vuelo del gran pájaro
sino un roce de ala.
La palabra dibuja
la meta sin el límite.
En su persecución interminable
el casi me seduce, me transporta.
Tengo ganas de casi para siempre.
De restarle a lo exacto la dulce cucharada.
(del libro "Mística abajo")
La leve guillotina de un minuto que cae
recorta una fracción de luz enrojecida.
No habrá noche. Tampoco aves oscuras.
Será siempre esta hora paciente, indefinida.
Sólo las cosas, los objetos pequeños de la casa,
su absorbida belleza, el pulso que transmiten,
su acaso extravagante sencillez,
te gobiernan y son cuanto tú sabes.
Te aplicas a olvidar y lo consigues.
No escucharás el sueño que perfore tu sien
como una avispa.
(del libro "La canción del antílope")
Saludos cordiales y viva la poesía, toda la buena poesía,
Roberto Palomares
Carlos, Roberto: me complace haber sido el "culpable", junto con Neuman, de este interesante cruce de comentarios. Interesante y, como te dije, Carlos, cuando hablamos, exponiendo argumentos y no meras descalificaciones o elogios.
ResponderEliminarEs evidente que los poemas elegidos para el blog, a mí si me gustan; pero podría haber elegido perfectamente los que propone Roberto, u otros cualesquiera: a mí me parece un poeta con voz propia, eso que algunos andamos buscando todavía, cuando no toda la vida sin conseguirlo.
Con altibajos, claro, como todos en casi todo.
Pero un poeta, insisto en mi modesta opinión, más que estimable.
Lo dicho, amigos; divergencias, pero con respeto, como debe ser.
Un abrazo para ambos.
Una joya de persona y un magnífico escritor. Un regalo perfecto para acabar el curso.
ResponderEliminarSaludos
Xavi
También a mí me lo parece, Xavi.
ResponderEliminarEn las dos facetas que citas.
Saludos.