Reproduzco aquí este "pie de foto" que encontró acogida hace unos meses en el magnífico blog delostranvías, pilotado con mano sabia por José Ángel Cilleruelo, el "Visir de Abisinia", quien, en un rasgo de generosidad y cariño, me otorgó tiempo ha un título que llevo con orgullo desde entonces: "Tranviario de Servicio".
Ha debido de llover o
nevar hace un rato. O está a punto de hacerlo, quién sabe. Hay una gélida costra
en el cielo que trasmite un frío húmedo a los ojos de quien contempla la imagen.
El tranvía -ausente luciérnaga, oruga huida, reptil de hierro en fuga- ha
dejado tras su paso, en medio de los raíles, una silueta femenina a contraluz con
un pie medio borroso y en suspenso, un paraguas que ha olvidado cómo cerrarse
cuando ya es inútil, algunas leves presencias al fondo en medio del cruce desolado
y gris.
Aún se sospecha un rumor
de temblores en el aéreo y electrificado acero donde a veces se posarán vencejos
para sentir una vibración repetida, no muy distinta a sus exactos, frenéticos
aleteos.
Cuando esa mujer (¿hacia
dónde va, quién la espera, cuál el por qué de ese luto?) acabe de pasar ante el
objetivo, es posible que vuelva a llover. O a nevar. O que otra distinta luz, más cálida, alumbre una vaga melancolía y
la fije, perenne e indeleble, en la memoria.
Imagen: Dmitry Polgar
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