Me acuerdo de que a las canicas de
cristal opaco las llamábamos, no sé por qué, chocolateras. Y de que su valor con respecto a las más vulgares
era el triple del normal.
La escala más ínfima en aquel inocente
comercio del ocio la ocupaban aquellas otras hechas de barro, de aspecto irregular
y heridas por los choques.
A estas últimas, las de barro, en mi barrio las llamábamos "de iñote", que, por supuesto y según el diccionario de la R.A.E., es palabra que no existe. ¡Vete a saber por qué las dábamos tal nombre!
ResponderEliminarAbrazos