He perdido la costumbre, estoy como desafinado; hoy, después de mucho tiempo sin hacerlo, impelido por su belleza y elegancia, en un impulso irresistible, he silbado con admiración a una mujer por la calle.
Y todavía no sé -hace años no hubiera tenido ninguna duda, era un experto en su interpretación, aunque tal pericia me resultara del todo inútil para la consecución de mi deseo- si me ha mirado con desprecio o con agradecimiento, como dando pie a algo más sustancioso que un simple silbido.
Si ya no soy capaz de apreciar esos matices…
Lo dicho: definitivamentte, estoy desafinado.
Y un poco avergonzado también, porqué no admitirlo.
¡Silbando a las mujeres, a mi edad!
Las que están desafinadas son las mujeres de hoy, Elías.
ResponderEliminarEs verdad, que esto del silbido y los piropos parecen pertenecer a otro tiempo remoto; cuando aún pagábamos en pesetas, por ejemplo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Nunca es tarde si la musa es(tá) buena!
ResponderEliminarCompletamente de acuerdo con los tres caballeros comentaristas y con el autor. Muchas mujeres de hoy día estamos tristes y desanimadas. ¿Dónde está ese valiente que -sin ir en grupo de hombres, eso no vale, pobre mujer sola e indefensa- lanza un silbidito por lo bajo, o masculla un comentario cuando pasa por el lado de una mujer? Esos "guaaapaaa" dicho por lo bajini, bueno, bueno... qué emoción.
ResponderEliminarSi el señor silbador y/o piropeador es guapo puede llevarse grandes alegrías con este sistema, sólo hay que probar y esperar a ver el efecto. Pero claro, esto es como en las inversiones en Bolsa, cuando dicen "Rentabilidades pasadas no aseguran rendimientos presentes".
A saber cómo se lo tomarían algunas hoy día. (Yo, desde luego, estupendamente. Vivo en Cáceres, en la R-66).