Caronte. Nombre del dueño de una barca para viajes no precisamente de placer. En realidad, no sé a qué viene tanto prestigio y mitología cuando lo único que hace el susodicho es atravesar una laguna remando con un palo. Y con un estilismo en su vestimenta y aspecto francamente deplorable.
Malencarado, a más de ruin, con los desafortunados usuarios de su servicio -ánimas en pena, pecadores, espectros del inframundo…-, como no lleves el óbolo preparado con el importe para pagar el viaje, te quedas en tierra.
Así que la famosa cancioncilla Al pasar la barca/ me dijo el barquero/ las niñas bonitas/ no pagan dinero, se la pasa por el forro.
Ni niña bonita ni hostias: o pagas, o no embarcas, no hay tu tía.
Siempre me he hecho esta pregunta sobre este asunto: ¿Y si no pagas y te deja en tierra, qué pasa? ¿Es la tierra el infierno, entonces?...
ResponderEliminarSegún Virgilio (Libro VI de La Eneida) y otras fuentes clásicas, las almas quedaban en la orilla por falta de pago durante cien años; de ahí que se colocaran sendas monedas cerrando los ojos de los difuntos.
ResponderEliminarNo comparto el desaliño que proclama mi admirado Elías: Basta para ello comprobar la serenidad y nobleza del gran Caronte de Joachim Patinir en su maravillosa obra "El paso de la laguna Estigia" (Museo del Prado) El propio Virgilio lo describe con admiracion y proclamando el garbo misterioso de los dioses. Quizá Dante contribuyó más que nadie a la imagen febril que contrapone la serena travesía del alma atribulada y diminuta de Patinir. El texto, como siempre, precioso.
Jesús García Calderón