El negocio se me iba a pique.
Me había roto varios candaos, me había envenenao tres perros, me había reventao la puerta del almacén ni se sabe las veces.
Todo el mundo sabía quién era el culpable porque él no se recataba en irlo pregonando por ahí casi a voz en grito, fanfarroneando ante quien quisiera escucharle que no había valla, puerta o candado que se le resistiera.
La verdad, era bastante humillante tener que tragarse ese sapo un día sí y otro también.
Hasta que un cuñao mu aparente que tengo le hizo un apaño a la alambrada.
Nada, una tontería, un poquino de electricidad de más.
A grandes males, grandes remedios, que dice el dicho.
ResponderEliminarPor cierto, la etiqueta "Hasta que la muerte nos separe", es nueva, ¿no? Está muy bien traída.
Un abrazo.
¿Se lo merecía o no? Por ladrón y por bocazas. Y efectivamente, Antonio:la etiqueta "Deslices" que agrupaba estos relatos ha pasado a mejor vida. Creo que esta de ahora es más apropiada.
ResponderEliminarAparte de que tengo un cuñao electricista, que nunca viene mal.
Abrazo eléctrico.