miércoles, 4 de mayo de 2011

Búho negro


Ninguna mirada más peligrosa que la del búho negro, que paraliza a sus víctimas y extrae de ellas la fuerza necesaria para la existencia. A lo largo de una noche, el ojo escrutador del búho se fija sobre su presa y no la suelta hasta que ésta, de puro exhausta y vacía, se convierte en un puñado de cenizas sobre la tierra. No se trata, sin embargo, del poder de una Gorgona: pues la única tarea de este búho es acostumbrar a su presa a la muerte, despojarla de todo instinto de lucha, procurar su vejez súbita y prematura. De este modo, confiado a sus poderes, el búho crece y engorda, hace sus cuentas con el alba y envejece con lentitud; y sucede que sus ojos se agotan, van encogiéndose, se inyectan de sangre como se inyectan de sangre los ojos de un anciano o de un enfermo. Hasta que un buen día deja de matar; pero cuanto la gente, después de mucho tiempo, llama sin dudarlo perdón o prudencia, no es más que la ceguera del anciano y su cansancio, como una segunda piel.

Jordi Doce

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