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Rojo
Rojo
en la flor de los hibiscos,
en la luz del ojo del tigre,
en la frialdad de los rubíes,
en la vergüenza del niño que se pone en ridículo,
en el temblor de las lucernas,
en el escombro de las demoliciones,
en la voz de las sopranos,
hasta en la sangre de los desposeídos.
Nuevamente nos sorprendes con otro poema de color. Como los anteriores, aparentemente, sencillo, pero rebosante de poder de observación y sensibilidad lírica. Éste, y los anteriores, los leo y releo. Y no veas cómo los disfruto. Gracias por compartirlos. ¿Quedan muchos?
ResponderEliminarUn abrazo.
Un color que puede atraer más o menos, pero que nunca deja indiferente.
ResponderEliminarMe alegra haber dado con este rincón.
Un saludo.
Gracias, Antonio, por tus siempre estimulantes comentarios.
ResponderEliminarSí, quedan aún algunos.
Cuando acabe la serie, te contaré algunas claves de la misma.
Abrazo.
Gracias, Jasonia, por tu visita.
ResponderEliminarY bienvenida a este rincón.
Un saludo.
Nunca me gustó el rojo, debe ser por todo esto que tú nos cuentas tan magníficamente.
ResponderEliminarHasta pronto.
Tampoco es mi color preferido, Mercedes.
ResponderEliminarUn abrazo.