domingo, 18 de agosto de 2013

Domingo "de perros"



El domingo

Estas apacibles mañanas de domingo dan mucho juego en provincias. Los pensionistas aguantan un rato más en la cama esperando a la misa de once, y, sentaditos en el banco de la iglesia, cabizbajos, soportan el chaparrón del cura en lo que levanta la niebla para ir a la solana de la plaza.

Ellas, en lo que el marido vuelve del futin (que ha ido a correr con los amigotes), y en lo que se ponen con la comida (que luego vienen ellos con la prisa del partido de la tarde) sacan, por tiempos, a los perritos, porque juntos no pueden estar, que se celan y se muerden. El de ella es un caniche lameconas y el de él un pastor alemán, que, como apenas lo sacan por falta de tiempo, tiene la esquizofrenia del perro doméstico: la locura del balcón.

Al pastor alemán, como está loco, tiene que sacarlo con bozal (el marido lo deja suelto sin él) y cadena, pues se tira a todo lo que se mueve, y como tiene tanta fuerza, es el perro quien saca a pasear a la señora, que va, la pobre, hecha unos zorros, corriendo de zancajos por donde el perro quiere. Destrozadita, vuelve a casa, lo encierra en el balcón y coge al lameconas de sus entretetas, muy amorosa, y, aunque tufe a pis, lo besa con mucha ternura en los hociquitos y le dice: nos vamos, chichí, mi cielo. Y el lameconas, embutido como un chorizo en su jerseycito de lana, para que no se resfríe, mueve el rabo y el sale un guau-guau melifluo, como el suspirito de un maricón.

Los perros de las ciudades, lo primero que hacen cuando salen a la calle es alzar la pata y mear, o encoger las ancas, arrugar el culo y ciscarse a su antojo y libre albedrío. Lo malo no es que falte un guardia municipal que le haga comer la mierda (a él o al dueño, tanto da) que otros han (hemos) de pisar; lo peor es que las ecológicas y verderonas dueñas de los lameconas son, por lo general, gordas como cebonas por san Martín, y, ni pagan más impuestos por las cochinadas de sus chichís ni por ocupar el doble de acera que los demás.

Con que, en la próxima declaración, deberían exigirles un plus a la contaminación por escape (¡pobre ozono!) y un impuesto especial para que, cuando salgan a la calle, circulen por el carril del bus.


Manuel Díaz Luis (El domingo, artículo publicado el 16 de noviembre de 1995 en “Tribuna de Salamanca” y recogido en Obra completa, Edifsa, 2009, pág. 440)

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