martes, 18 de septiembre de 2012

Un regalo desde Cáceres


¿Cómo olvidar el día en que conocí a Isabel? Fue uno de esos días ambiguos donde los sentimientos de alegría y tristeza caminan de la mano sin desentonar. En la Biblioteca de Extremadura, y unos meses después de su prematura muerte, se presentaba la antología póstuma de mi queridísimo y añorado amigo y maestro Ángel Campos Pámpano, La vida de otro modo; Isabel se acercó a mí después del acto y me preguntó: “¿Tú eres Elías Moro? Tenía muchas ganas de conocerte. Miguel Ángel Lama me ha hablado muy bien de ti. Me gusta mucho lo que escribes”.
No recuerdo mis palabras de respuesta, palabras que seguramente no estarían a la altura de lo dicho por ella, pero a partir de aquel momento nuestro trato no ha dejado de crecer en afecto y cariño.
Isabel es una mujer extraordinaria: madre, profesora universitaria especialista en la obra de Galdós, amiga de sus amigos, viajera elegante y bella… En el tiempo transcurrido desde que nos conocemos no ha dejado de tocarme el corazón con sus detalles (una llamada telefónica, un correo, un recuerdo de sus viajes, un elogio desmedido a lo que uno hace mal que bien en el terreno literario…).
Lo último ha sido la imagen que ilustra esta entrada y con la que ha sabido condensar de modo perfecto dos de mis pasiones: los libros y el tango, el tango y los libros.

Gracias de nuevo, Isabel. No se me ocurre otra cosa para demostrarte mi cariño.

3 comentarios:

  1. Isabel Román18 septiembre, 2012

    Muchas gracias, Elías. Me he quedado turulata (como decían los comics de mi infancia).
    (Expansivo, afectuoso, detallista...¿y quién no querría ser amigo tuyo?)
    Un abrazo.

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  2. Gracias a ti, Isabel: por ser como eres, por estar ahí siempre, por todo lo antedicho en la entrada.

    Beso.

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  3. No se interrumpe, me decían de niño.
    Sin embargo, ya grande, me acuerdo de una letra de casi entonces:

    No "penséis" que "os" espío,
    no llego a ser tan ruin;
    (…)
    Y bien qué tontería,
    no soy nada sutil,
    si yo sólo pasaba,
    pasaba por aquí, pasaba por aquí.
    (…)
    y no lo pude resistir,
    pasaba por aquí.

    Y eso, que por no conoceros, ni sé si sería capaz de saludaros si os tuviera delante: y sin embargo, me ha encantado este jardín.

    A los dos, un abrazo fuerte.

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