Hemos pasado de golpe, casi de un día para otro, de tener un hambre atrasada y secular a estar ahítos y empachados. De todo.
Hemos engullido sin saborear, hemos masticado sin desmayo ni medida, hemos devorado con saña. También de todo. Hasta lo aparentemente incomestible.
Y ahora nos quejamos como mocosos y nos lamentamos como plañideras porque nos duelen la tripita o las muelas o tenemos un poco de fiebre o diarrea.
Bien merecido nos lo tenemos. Por ansiosos.
Bien merecido nos lo tenemos. Por ansiosos.
Ya lo decía mi abuela: La del pobre, antes reventar que sobre.
ResponderEliminarEs lo que pasa, no saber digerir el progreso lleva a pesadas digestiones de banco central europeo. Un abrazo.