martes, 20 de septiembre de 2011

Javier Fernández de Molina


De caballos y de gatos

¿No has sentido alguna vez el galopar de unos caballos en el pecho?
¿Qué extraño poderío levantó su aparición?*


De caballos…

Estos hermosos versos de Amancio Prada, ese juglar que, en palabras de Rafael Pérez Estrada, tiene alas en la voz**, podrían tomarse como una metáfora de la pasión amorosa, pero son fácilmente trasladables a esas otras pasiones, a esas otras sensaciones que pueden experimentarse ante cualquier obra de Javier Fernández de Molina.

Trátese de la serie que se trate -y ahora, a bote pronto entre otras muchas, se me vienen a la mente las dedicadas a las mazorcas, a Lisboa, a los flamencos, al periplo de Don Quijote sobre su flaco rocín por esos caminos de Dios, al Camarón, otro que volaba con la garganta…-, la pintura de Javier está atravesada por una pasión inconcreta, llena de sutiles matices que, a poco que nos pongamos a ello, no dejará de provocarnos todo un rosario de emociones dichosas: ternura, sosiego, delicadeza, seducción…

Hay también contradicción en su pintura; en un mismo lienzo puedes encontrarte, sin que te choque en lo más mínimo -lo que es otro de sus méritos-, tras una explosión de color, una pincelada tenue, tras una masa compacta, un espacio diáfano, cabe decir un caballo galopando y otro que pace, paciente, en la penumbra del establo, un percherón arrastrando una carreta y un alazán paseando a una amazona, una yegua alumbrando un potrillo y un semental a lo suyo, feliz de su destino, afortunado cuadrúpedo.

Y es que de todo hay en el establo (en el estudio) de Javier: tú te plantas delante de sus obras y ves o no ves, pero no puedes dejar de mirar: siempre hay algo que reclama tu atención, algo que no puedes pasar por alto y que en el fondo es lo que te atrapa en la contemplación de esa realidad inventada por su mirada.


madrigal de los caballos
(Sugerencia a Charles Darwin)

Ven a mi lado. Los caballos
galopan por el cielo de los libros
por el mar de los sueños
y en los óleos de amor bajo los álamos.
Ven a mi lado en este abril pagano
cuando potros y yeguas se acarician
con corazón y gesto de centauros.***

…y de gatos

Gato

Ven
acércate más
Eres mi oportunidad
de acariciar al tigre
-y de citar a Baudelaire ****


Gatos, gatos, gatos pardos, negros, atigrados, blancos, cenicientos…
Sombras sigilosas en un mundo de colores que el nictálope contempla y desdeña con la indolencia que da el saberse de una estirpe poderosa y sutil, con una gandulería engañosa, con esa terrible agilidad que se oculta en el músculo hasta el justo momento de la sangre.

Míralos, ahí están, tan ricamente, jugando a funámbulos entre cornisas y tejados, ignorando tu asombro ante sus hazañas, tramando un estropicio en el descanso de las aves, lamiendo con su áspera lengua alguna imperfección en el pelaje, dejando que la luz dibuje una raya vertical en sus pupilas, exigiendo cuando les apetece que les rasques el lomo o la barriga, soltando bufidos de desdén, ronroneando melosos, dándote la serenata con sus maullidos en el celo, rondando indecisos la silla de enea donde te sientas…

Así Javier y su pintura. Mas no temáis, acercaos sin miedo: los caballos están domados, los gatos dormitan con las uñas en sus fundas.
Javier, que pinta con sus pinceles poemas con plumas****, jamás os pondrá a los pies de los caballos, nunca -y esta es una certeza de las que no admiten discusión- os dará gato por liebre.

Notas:
* De Emboscados. Oratorio para dos voces. Amancio Prada. Sonifolk. Madrid 1994.
** Dedicatoria de El libro de los espejos y las sombras. Rafael Pérez Estrada. “Col. Poesía J.R. Jiménez”. Huelva, 1998.
*** De Cancionero doble. Guadalupe Villarreal y Anónimo de Yuste. “Col. Palinodia. Edición de J. M. Rozas”. Cáceres, 1985.
**** De Irás y no volverás. José Emilio Pacheco. Letras Mexicanas, Fondo de Cultura Económica. México, 1973.
***** Dedicatoria del poema Colibrí: elogio de lo breve, en Casi humanos (bestiario). Elías Moro. Ed. Germanía. Alzira, 2001.

Texto publicado en el catálogo Alta Vista do Carvalhal.

Javier Fernández de Molina. Portugal, 2002.

1 comentario:

  1. Bellísimo texto, Elías, que me llega particularmente. No en vano, caballos y gatos (felinos, en general) han sido siempre mis animales predilectos. Sin duda, tus palabras, una excelente carta de presentación para el artista.

    Un abrazo.

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