Por carta, me ha dejado por carta, como los antiguos, como si aún viajáramos en carruajes de postas, vistiéramos miriñaques o lleváramos camafeos de marfil prendidos en el pecho.
Así no, por favor, así no.
Ni siquiera ha tenido la valentía no digo ya de soltármelo a la cara, porque se la hubiera partido, pero al menos de llamarme por teléfono.
Cobarde, cobarde y mil veces cobarde.
Que ya no me quiere, que todo ha sido un error, que somos tan distintos, que lo nuestro no tiene futuro…
Mentira, todo mentira; nada más que lugares comunes para no confesarse a sí mismo que me sigue deseando a su pesar, que lo nuestro le perseguirá toda la vida, que siempre me querrá aunque ahora lo niegue.
He roto la carta en mil pedazos, tantos como su cobardía, y he tenido que sentarme a la mesa de la cocina para que no me diera un mareo.
Y porque sentada lloro mejor.
De eso nada, no la sigue queriendo a su pesar ni la ha querido nunca.
ResponderEliminarHasta pronto.
No sé si es consuelo, no creo, pero peor es que te dejen por sms o mensaje de voz. Me gustó.
ResponderEliminarLo raro es que ella no sospechase al ver que en el perfil de Facebook él ponía "INTERESADO en: mujeres", y que el 90 por ciento de sus contactos eran amigas. Ya hay que ser cándida...
ResponderEliminar¿Y yo? Que lloro mejor de pie...
ResponderEliminarBuen texto, Elías.
Un abrazo.