Hace un rato he regresado a la infancia a fuerza de meterme en ellos y chapotear en todos los charcos que me iba encontrando por la calle.
Los charcos se entristecen si no pasas por ellos. Como espejos en los que no te miras.
El charco se hermana con el barro esperando la llegada del castor.
Están solos frente al mundo y sus caprichos.
La pareja camina abrazada por el talle bajo la lluvia.
En ese momento, el mundo avanza al ritmo que marcan sus pasos bajo el paraguas, sobre los charcos que pisan.
Las luces borrosas de los coches iluminan la escena mientras el sonido de los neumáticos sobre el asfalto empapado pone el contrapunto sonoro al silencio que pasean.
Los charcos helados como sucursales del frío, cónsules honorarios y pobretones de glaciares e icebergs.
Imagénes:
Niño chapoteando: http://elprincipedelosmirlos.blogspot.com/
Charco helado: Darío Ossola
Cierto un charco invita al "chapoteo" y te retrotae a la niñez.
ResponderEliminarLos bajos de pantalon remojados y las botas igual, al llegar a casa la misma frase"¿por dónde te has metido?, pero el recuerdo es grato.
Un placer leerle.
¿Por qué a los niños les gusta tanto pisar los charcos?
ResponderEliminarSiempre haciéndome recordar.
Elías, me están gustando mucho-mucho los últimos textos que has subido al blog: los "aforismos de septiembre", estos "charcos", los "sonámbulos y locos"... Veo en todos ellos esa sensibilidad tuya hacia todo cuanto en otros puede pasar inadvertido; una especie de "espíritu de San Francisco" (laico, si quieres: guiño cómplice) que nos acerca a lo humilde con sencillez y belleza. Muchas gracias por compartir tu voz.
ResponderEliminarUn abrazo.
Nunca lo había pensado pero..si...ahora que lo veo desde esta tu óptica personal pienso que es verdad..los charcos esperan porque los toquemos con nuestros pies..que saltemos e incluso dancemos sobre ellos..vaya que he sido obtusa todos estos años..
ResponderEliminarbss