Para todos mis amigos aragoneses con mi ánimo y abrazo.
Hoy
es un día triste para Aragón y debería serlo también para toda España. Para mí lo es, sin duda, porque acabo de
enterarme de la muerte de Javier Tomeo. Una gran pérdida para todos.
Su
libertad creativa, su brillante imaginación, su fina inteligencia y su irónico humor
han alumbrado algunos de mis días con la lectura de sus libros.
Yo
no llegué a conocerle personalmente, pero cuando lo invité en el 2001 a venir a
Mérida al Aula Literaria que entonces dirigía para hacer una lectura de su
obra, estuvo conmigo como quienes le conocieron dicen que era con todo aquel
que se acercaba a él limpiamente: encantador y atento.
Me
dio total libertad para confeccionar a mi gusto el cuadernillo (lo tengo ahora
mismo ante mí) que se entregaba a los asistentes a las lecturas.
Con
el cuadernillo ya publicado (lo titulé Mínima antología e iba ilustrado
con sus propios dibujos), una huelga de trenes y su aversión a viajar a avión
impidieron su venida a mi ciudad y mi ilusión se truncó.
Mucho
he disfrutado con la lectura de sus libros y mucho he de seguir disfrutando
releyéndolos.
Como
“mínimo” homenaje a su talento dejo aquí un breve texto suyo, uno de los que
componían ese cuadernillo antes citado:
El sapo
Pues
yo ni siquiera tengo el privilegio de la duda -se lamenta el sapo, junto a la
orilla del lago-. Yo sé muy bien quién soy. Un animal maldito, a quien algunos
han creído ver en los aquelarres, vestido de terciopelo y alzado sobre sus dos
patas traseras. Cuando me irrito transpiro un veneno mortal a través de las
verrugas de mi cuerpo.
A la gente, por lo tanto, no le importa que mi voz sea dulce y que en mis ojos palpite el resplandor de lejanos incendios.
A la gente, por lo tanto, no le importa que mi voz sea dulce y que en mis ojos palpite el resplandor de lejanos incendios.
(De
Bestiario)
Dibujo:
Javier Tomeo
Foto
Tomeo: Anna Oswaldo Cruz
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