Fitocrucota
Fiero y astuto
depredador de Larganda, capaz de cazar en solitario presas tres veces más
grandes que él. En la espalda le crecen hojas de tirinata, de olor dulzón y penetrante,
que le sirven para camuflarse en la espesura. Deja que el viento las mueva, y a
ella van las presas golosas de verdura; mientras las muerden, muerde también el
fitocrucota. Cuando ha comido mucho, en el espinazo le brotan flores de un rojo
encendido y palpitante. Aunque aborrece a los hombres, las niñas tienen
sabiduría para amansarlo.
Texto e imagen: Javier Alcaíns
Una maravilla, como toda esta serie de Javier Alcaíns.
ResponderEliminar