En materia de barcos, más que los pecios
zarandeados por las tormentas, destrozados entre las rocas, hundidos en el
abismo insondable, me conmueven esos barcos casi intactos en su precario
equilibrio -como elefantes heridos a punto de derrumbarse-, en el lecho de un
mar que ya casi no existe, con su panza de acero o madera llenos de óxido, de sal,
de barro y arena.
Hace 4 años
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