Abro el armario con desgana y me enfrento al dilema
cotidiano de qué ponerme hoy.
Juego a la gallinita ciega: cierro los ojos y
cojo lo primero que toco con las manos. Dejo que el azar intervenga, como de
costumbre.
Después de todo, qué
más da; me ponga lo que me ponga, casi siempre, en algún momento de todos los
días, me encuentro desnudo, impúdico, indefenso.
Tocado y hundido.
ResponderEliminarMuy bueno, felicidades.
Gran verdad.
ResponderEliminarSalud
Manolo Marcos
Precioso texto, Elías. Un abrazo
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