viernes, 22 de marzo de 2013

De maravilla


Para la pandilla del barrio.

Ya desde pequeñitos (podría jurar sin temor a equivocarme que casi desde “la escuela de los cagones”) los cuatro formábamos una piña, un bloque granítico, un equipo que pensábamos indestructible y leal amparados en aquel pacto que hicimos una tarde en el recreo pinchándonos en los pulgares con la punta del compás y mezclando nuestras sangres.
Y ahora no nos podíamos ni ver porque en el cesto de las manzanas bien avenidas que hasta entonces éramos, el alcahuete de él empezó a sembrar el gusano de la discordia. 
Que a puntito estuvimos de matarnos, tales eran las maledicencias, infamias y barbaridades que nos iba contando a los unos de los otros.
Haciendo de tripas corazón, y en un postrer gesto de buena voluntad para ver de arreglar el entuerto, llegamos al acuerdo de matarlo entre todos, cada cual aportando su estilo y saber particular.
Manolo es leñador. 
Paco, carnicero.
A mí, por aquello de la caza, me tocó darle el tiro de gracia con la paralela.
El cadáver ha quedado irreconocible.
Y volvemos a llevarnos de maravilla, oye. 

Imagen: Irving Penn

1 comentario:

  1. Ya sabes, Elías, cómo me gustan estas "ejecuciones". Si, como en este caso, sobran las razones para ello, no hay más que hablar.
    Gracias por la sonrisa.

    Un abrazo.

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