viernes, 21 de diciembre de 2012

"Bongo"





Marrón oscuro atigrado, casi negro, con unas hermosas manchas blancas en cuello y pecho y tres calcetines del mismo color -se conoce que la otra pata no llegó a tiempo al reparto de los genes-, "Bongo" es todavía un cachorro de american stanford que lleva con nosotros tres o cuatro meses. Se lo regalaron a mi hija Alba en su cumpleaños. Durante este tiempo he podido observarle algunas curiosas manías, a saber: tras un duro y agotador día de no hacer nada aparte de mordisquear con un afán digno de admiración todo lo que se menea y también lo que no, escarbar en la tierra de los arriates como si buscara un tesoro, ladrar como un poseso en cuanto barrunta al cartero -en esto es todo un clásico-, mearse a base de bien por todos los rincones del garaje y huir luego como un cobarde si me acerco a la manguera, le encanta acercarse a la chimenea hasta casi tocar el fuego con el hocico, descortezar entre gruñidos de rabia los leños de encina, girar como una peonza alrededor de sí mismo buscando atraparse el rabo, apéndice al que debe figurarse como un enemigo mortal dadas las feroces dentelladas que le lanza…

No le hace pero que ningún asco a que le rasquen la tripa o el lomo -detrás las orejas se localiza otro de sus puntos flacos- poniendo los ojos en blanco del gustito antes de dormirse con las cuatro patas por lo alto y roncar como un bendito con la cabezota ladeada dando de vez en cuando unos suspiros de satisfacción que para sí los quisiéramos nosotros. Se tira, tanto dormido como despierto, unos pedos con silenciador que apestan como demonios. A cuerpo de rey vive el tío. Envidia me da algunas veces.

También le gusta -¡y de qué manera!- abrazarse a alguna de mis piernas en cuanto me descuido y ponerse a entrenar la cópula con ella mientras intenta sacudirme algún lametón que otro con ese pedazo de lengua babeante que se gasta. Y lo mismo le da la diestra que la siniestra, la que le pille más a mano le viene bien.
-Tan chico y tan vicioso -le riño en cuanto entra en faena arreándole un manotazo en el morro con la mano vuelta para que me suelte. 
Ante el tajante y descorazonador rechazo, ante tamaña ofensa imprevista, ante semejante descortesía por mi parte frente a sus insistentes requiebros, se retira con desgana aullando lastimero y me mira con desdén como diciendo “tú te lo pierdes”. Pero en cuanto huele la más mínima ocasión o aflojo la guardia ya está otra vez enganchado encima de mi pierna dale que te pego. Y vuelta a empezar. 
Le tiene la guerra declarada a las moscas, pero las cucarachas no quiere verlas ni en pintura.
Yo creo que está un poco loqueras.

1 comentario:

  1. Que bello ese perrito ,me imagino que te estaràs divirtiendo mucho con èl.Besos

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