Me acuerdo de que mi padre siempre llevaba en algún bolsillo de su chaqueta un paquete de papel con bicarbonato. Se lo echaba en la palma de la mano y se lo tomaba de golpe, muchas veces hasta sin agua.
Un buen día dejó de hacerlo, y desde entonces es como si el bicarbonato hubiese desaparecido de mi vida.
Elías, sinceramente, no sé cómo agradecerte la deferencia que tienes de incluirme en tu lista de sospechosos: lo haré sin aspavientos, leyéndote, como llevo haciendo ya un tiempo, por esta manera tuya de recordar. Pura y directa.
ResponderEliminarSalud
Manuel Marcos