Camino de su labor, el cazador de moscas se encontró con el fabricante de aerosoles insecticidas.
Después de saludarse (al fin y al cabo eran colegas, estaban en el mismo negocio), hicieron un pacto con vistas a una mayor eficacia en su tarea destructora:
-Tú las atontas y yo las remato -dijo el primero, mientras el segundo asentía conforme del todo con la propuesta.
En un gesto teatral y simbólico para sellar su alianza, se intercambiaron las armas.
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