sábado, 10 de diciembre de 2011

Caimán dormido


(Llamado también El muerto en ciertos pueblos de la ribera). Esta variedad de caimán sureño -y en esto apenas se diferencia de sus primos- tiene por costumbre permanecer inmóvil durante largas temporadas, muy quieto como un leño sobre el limo blando y deshecho de las orillas, o arrastrado por las corrientes sin rumbo fijo. Pero no puede evitar que su corazón se detenga de vez en cuando unos segundos, y que su alma infinita escape y cobre fuerza en otros cuerpos donde ha de vivir sin duda otras y múltiples vidas, esas que nadie ve o piensa pero que yacen en la raíz de todas las cosas, lo que puede verse con rara claridad en el frío cuarteado de piel y escamas parecidas al caucho, o, también, en el brillo casi pétreo de unos ojos sin pestañas, esos ojos siempre abiertos con que el caimán vigila las aguas.

Jordi Doce

2 comentarios:

  1. Muy didáctico. Por cierto, Elías, eres un gran poeta. Y no me cabe duda de que Doce también lo es. La sociedad debería trataro como a estrellas de la NBA, que los lectores de poesía aprendemos cantidubi con vuestros maravillosos poemas.

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  2. Pues muchas gracias, Anónimo -seas quien seas- por tus palabras.De que Jordi es un gran poeta no me caba la menor duda. Y mejor persona aún.
    Para la próxima estaría bien que te identificaras. Hablar con no se sabe quién me suena un poco raro.

    Un saludo.

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