sábado, 26 de noviembre de 2011

Seis


Prólogos y epílogos
En alguna parte he leído, u oído, no sé, que los libros “se aclaran la garganta para soltar su discurso”. Y si el prólogo, como sostenía aquel texto u opinión, son las gárgaras, ¿qué sería el epílogo? ¿Un pedo? ¿Un eructo?


De las cabras resabiadas, leche agria.


Después de un asesinato, el delito puede quedar para siempre impune, pero es seguro que el autor no quedará jamás inmune.


La verdad, no sé por qué, pero es un hecho cierto que ya nadie silba por las calles. Y esa constatación me llena de una inexplicable melancolía.


La historia, esa mentira engendrada en las victorias y edificada sobre el dolor.


Receta
Tamizando su paciencia, el poeta enharina un verso y otro más, y otro, hasta lograr el poema. Luego le da la vuelta y después lo fríe, y entonces se lo come.

6 comentarios:

  1. Es cierto, ¿por qué ya nadie silba la verdad por las calles? A mi también me llena de melancolía.
    Feliz fin de semana.

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  2. Elías, he sonreído con tus reflexiones de hoy. Cuando he llegado a la del silbido, me he dicho, en esta no estoy de acuerdo; y te cuento: resulta que tengo unos vecinos que tienen con ellos, no sé si en régimen de intercambio, a un joven inglés que se pasa el día silbando. Le oímos cuando está en casa, cuando sale, cuando vuelve en el ascensor; también en la calle lo he oído silbar; Mr. Silbidito, le llamo yo. Y lo hace, dicho sea de paso, realmente bien. Por ahí, me he dicho, no me llega esa melancolía de la que habla Elías. Pero es verdad cada vez se silba menos. Dicen, algunos, que es una falta de educación. ¿Será verdad?

    En la receta, si me lo permites, te ha faltado decir que más de una vez esos versos se nos queman o se nos quedan crudos; de ahí que continuemos aplicándonos en los fogones de la palabra.

    Un fuerte abrazo.

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  3. Feliz para ti también, Mercedes.
    Melancólico o no.

    Abrazo.

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  4. ¡Un inglés, Antonio! Ese no cuenta; yo hablo de nuestro silbido, ese que se oía a todas horas, el de la canción de modo, el del piropo. Casi como la banda sonora del día.
    Y de falta de educación, nada. Vamos, me parece a mí.
    Voy a silbar un ratito mientras vigilo que no se queme el poema que tengo al fuego.

    Abrazo.

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  5. Me ha hecho reir tu comentario sobre los epílogos, aunque no estoy muy segura de que siempre sea tan fácil distingir un pedo de un discurso.
    Encontré tu blog por casualidad y la verdad es que me gustó mucho, creo que me irás viendo por aquí.
    Saludos,

    G.

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  6. Cinco verdades y una receta apetitosa, aunque lo suyo es prepararla para que se la coman los demás.

    Un Silbido, Elías.

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