Me ocurre a veces con algunos tipos de frutas: uvas, membrillos, granadas, chirimoyas…
Las veo en la tienda y no puedo resistirme a comprarlas.
Y no para comérmelas sin más, que también si viene al caso, sino para contemplar cómo maduran bajo mi mirada diaria en el frutero de barro de la mesa de la cocina, cómo envejecen conmigo al ritmo cansino de los días del otoño.
Imagen: Juan Francisco González (1853-1933)
A mi me pasa, sobre todo, con los membrillos, que, al mismo tiempo que maduran, tienden puentes en el tiempo por los que volver a la infancia.
ResponderEliminarPrecioso bodegón.
Un abrazo.
Qué curioso, a mí también me ocurre. Son un verdadero espectáculo sobre la mesa, como las flores.
ResponderEliminarLa granada es una fruta para quedarse mirándola un buen rato antes de saborearla, casi como la propia palabra con sus tres aes. Y el árbol, con esas flores rojas, preciosas.
ResponderEliminarLa granada es muy bonita de ver y muy rica de comer si alguien te la desgrana.
ResponderEliminarY la verdad, ver cómo mueren los frutos sin comerlos, cuando gente habrá que los necesite, como yo, en estos momentos.
Ay que ver...
Saludos.