domingo, 19 de diciembre de 2010

Lectura



Lo maté porque estaba harta de su mirada por encima del hombro para leer el periódico a mi costa.

Si he de serle sincera, al principio, la verdad es que no me molestaba en absoluto; es más, yo pensaba que el tío me miraba el canalillo. Y una, que ya va teniendo una edad, se sentía, cómo decirle... hasta un poco halagada de no haber perdido aún del todo cierto atractivo a ojos varoniles.

¿A qué mujer no le gusta sentirse admirada, cuando no algo más, usted ya me entiende?

La que le diga lo contrario, señor comisario, miente como una perra, hágame caso.

Pero, qué va, no iba por ahí la cosa: el tío capullo miraba el periódico. Un día, vale, me dije. O dos, me dije también al día siguiente. Pero tres meses seguidos soportando esa mirada insensible a mis más que evidentes encantos, y ese asqueroso olor a pies, y ese aliento fétido y repelente sobre el cuello entre Portazgo y Plaza de Castilla…

Un fulano que prefiere las noticias de Economía y Sociedad a este cuerpo que dios me ha dado, gloria bendita, que a la vista está.

Eso no hay quien lo soporte, no me diga usted a mí.


Así que hoy fui yo quien se puso detrás de él en el andén.

Bastó un empujoncito como a lo tonto en el momento en que el metro entraba en la estación.

2 comentarios:

  1. Un desliz muy comprensible.
    Cuando le explican a uno las cosas, todo se acaba entendiendo...

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  2. ¿A que sí, Olga?
    No me digas tú a mí si el tío no se lo merecía.
    Vamos hombre, yo con este cuerpo y él mirando el periódico.
    Pa matarlo, ya te digo.

    Un beso.

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