Ayer por la tarde llamé
a mi amigo Melero; lo hago de vez en cuando sólo por oír su voz, por charlar un
ratico con él para ver cómo le va y empaparme con sus historias, siempre tiernas y divertidas. Aunque ayer
lo hice también porque se presentaba en Zaragoza su último libro: Manual de uso del lector de diarios (Papeles de Trasmoz-Ed. Olifante). Llegó a mi casa hace unos días, recién salido
de la imprenta, y con el regalo añadido de una dedicatoria que no me merezco.
Tengo para mí que Pepe
Melero -ya siéndolo- sería uno de los hombres más felices del mundo si gran parte de su tiempo lo dedicara a leer; algo que, dicho sea de paso, sería una suerte para
el resto de lectores porque, a buen seguro, después de un inteligente proceso de
decantación de lo por él leído, nos regalaría con más asiduidad y generosidad,
si cabe, el producto de esas horas pasadas entre páginas. Tal es el caso de esta selección bibliográfica que hoy nos ocupa: un volumen producto, como todos los anteriores suyos y ojalá que los siguientes, de sus fervientes y apasionadas lecturas. Exactamente cinco meses después de la "presentación en sociedad" de Escritores y escrituras, José Luis Melero se atreve ahora con una muy particular nómina de diarios, dietarios y cuadernos de notas de todo tipo y condición donde tienen cabida desde los escritos por un asesino hasta los perpetrados por algún
pusilánime que otro; desde los que cuentan intimidades tiernas o terribles hasta los
nacidos con pretensión de crítica o recensión sobre otros autores. No faltan
tampoco aquéllos en los que la reflexión aforística o la lírica descripción de lo cotidiano son sus señas más
acusadas de identidad.
Poetas, científicos,
militares, políticos, pedagogos, artistas, músicos… incluso algunos anónimos,
como el escrito por una mujer alemana en las fechas de la caída de Berlín o el
de una víctima del Holocausto (que no todo es Ana Frank), y en estricto orden alfabético,
van desfilando ante nuestros ojos: en muchos de ellos se limita a dejar constancia
de que ahí están (título, editorial, año de edición…), al alcance del posible interesado;
en otros, se explaya algo más por extenso acerca de qué tratan o de su impresión
lectora, incluyendo algún breve pasaje especialmente jugoso o seductor.
Una buena cantidad de los textos aquí reseñados lo son de aragoneses: Melero presume con elegancia de tal noble condición (menos cuando se trata del Real Zaragoza de sus amores; entonces, ante un penalti en contra o un gol anulado de manera injusta, puede transformarse de súbito en un furibundo forofo) y en todos sus libros sus paisanos pasados y presentes tienen su parte
de protagonismo: en una entrevista con otro que tal (en lo que respecta a lector, futbolero y buena gente, todo en uno), Antón Castro, los cita a
todos. Si no he contado mal, veinte. Entre los que conozco, admiro y os
recomiendo vivamente, Fernando Sanmartín, Ismael Grasa, Julio José Ordovás,
Chusé Raúl Usón, Raúl Carlos Maícas…
Un libro, en fin, que para quienes somos habituales
de este tipo de literatura del yo, este Manual... ya se me antoja que ha de convertirse en
imprescindible.
Quiero hacer mención
también de la exquisita factura, del esmero puesto por sus editores en la
publicación de este libro, un dechado de gusto editor y exactitud tipográfica. A
pesar de mis "ímprobos esfuerzos" he sido incapaz de detectar el menor error
tipográfico.
Ayer llamé a mi amigo Melero: le dije que va a tener que regalarme un lápiz; más que nada, porque cada vez que un libro suyo cae en mis manos, mi cuaderno de notas acusa seriamente el trabajo que me da.
Pdta:
tengo que hacerle a Melero un par de pequeños “reproches” acerca de este libro. Pero esto
será entre él y yo. Os dejo con el suspense.
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