Como si tu mano acariciase el borde de mis deseos, tal que una rosa
desprendida de su cárcel vagando por el aire en busca de tus labios, de aquella
manera que hace al orfebre amar el silencio de la gema que talla bajo la luz de
su gas.
Así te nombro: impávida y triste como tarde de otoño, como ese destino
que nos incluye en su pasaje, irremediable como un naufragio que el mar a su
antojo se cobra.
Yo he visto días que se derrumbaban sobre mí como viejos edificios,
jornadas que eran de limo porque no estabas, la espuma triste del litoral
abatiéndose sobre mis ojos en noches de penuria inacabable.
Y he oído, lo sé, un rumor de piedras muriendo.
Imágenes muy hermosas, de gran sutileza y verdad.
ResponderEliminarSalud
Además de hermosas, nos hacen ver que lo que más recordamos es lo que no hemos vivido y sí deseado. Tiempo habrá, digo yo.
ResponderEliminarSaludos
precioso, Elías, y triste, y otra vez precioso. Gracias. Un gran abrazo
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