Ante los relojes que mueren, el tiempo, durante un
tiempo, se queda perplejo, indeciso, como si no supiera muy bien qué dirección
tomar, si adelantar o retrasar.
Superado el momento de estupor, retoma implacable,
tenaz, obsesivo, su ominoso tic tac de siempre.
Aguda observación, Elías. Así el reloj, con vida propia, viene a advertirnos de las trampas del tiempo.
ResponderEliminarFuerte abrazo.
Pensé que el tiempo estaba seguro de si mismo y no se permitía titubeos. Nadie es perfecto.
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