Hoy cumple años mi amigo Juan Carlos Mestre; por un pelo no ha coincidido con la concesión del flamante Premio de la Crítica 2012 al mejor libro de poesía en castellano a La bicicleta del panadero, su último y torrencial poemario editado por Calambur.
Por cierto, y por la parte que le toca, enhorabuena también a Emilio Torné, timonel de esa aventura editorial que ya pasa de 20 años.
Para celebrar ambos hechos, no creo que Juan Carlos me reproche que haya elegido este poema donde habla de otro de sus grandes amigos, otro poeta de raza y difícilmente clasificable:
Rafael Pérez Estrada
Por fin le han dado el Nobel a un poeta sioux
y la nieve cae sobre Estocolmo con la belleza de toda la vida.
Los dioses griegos ya están sentados con cierta gravedad en la platea
cuando, mira por dónde, el rey Gustavo
cubierto con un gracioso tocado de plumas
se abre paso a machetazos entre la selva de aplausos.
Que si patatín que si patatán, terminada la ceremonia
se ofrece a los invitados frutos silvestres y bebidas alcohólicas.
En una sala contigua el laureado Embajador de las Águilas
con una elegante cotorra de oro macizo en el hombro
recibe a los ancianos espíritus recién llegados de Málaga.
Nada de reverencias, al fin le han dado el Nobel a un poeta sioux
y la nieve cae sobre Estocolmo con la belleza de toda la vida.
Enhorabuena, amigo.
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