viernes, 12 de abril de 2013

Delfín de piedra



Existe una playa en las costas septentrionales de Anad, llamada de las Sirenas, donde al caer la tarde los delfines se congregan en la orilla para escuchar el sonido del viento entre los juncos y las dunas; creen que alguien los llama desde la distancia, haciendo sonar la arena entre sus dedos. Algunos lo escuchan tan embebidos que pierden la cuenta de las horas y yacen inmóviles, petrificados en los bajíos, incapaces de reaccionar. Por la noche, la marea creciente los empuja como leños contra las dunas, contra la negrura donde, ignorantes del engaño, se dejan morir en manos de un músico invisible.

Jordi Doce

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