lunes, 15 de octubre de 2012

Cementerio Judío de Praga


En el breve espacio de un mes, mi amiga Teresa Guzmán (poeta, gran aficionada a la fotografía -su cámara parece a veces una prolongación de su brazo-) me ha hecho el mismo regalo por sorpresa y por partida doble: el poema inédito e ilustrado con el mismo título que esta entrada.
De manera virtual en su blog y en forma impresa acompañada de un cuadro con esa espléndida fotografía que ya embellece las paredes de mi cubil. 

Y uno, que siempre ha procurado seguir el viejo dicho "De bien nacidos es ser agradecido", quiere hacerlo constatar aquí.

Gracias, querida Teresa.


Cementerio Judío de Praga
(Para Elías Moro, por el gusto que le tiene a esta ciudad)

Abram, Armón, Eliamhn, Falik, Duved…
nombres de piedra unidos por una tierra
que les es ajena en un cementerio
donde nunca se encuentra el silencio,
porque aquí el silencio es un turista
que mira desde el asombro
cómo también sus pasos se apagan.

Asha, Amira, isska, Nofek, Ruth, Shiraz…
ninguna de ellas volverá la vista atrás.
Allá encontraron su destino aparte,
unos sobre otros por cuestión de espacio.
A veces todo es cuestión de espacio,
también la vergüenza por la que aquí se cobra entrada.

En Praga hay calles que no pueden
esconder el olor del azufre
mientras los turistas imaginan, día tras día,
el porqué de esas tumbas
que permanecen en eterno desorden.

Teresa Guzmán

1 comentario:

  1. Hay quien merece grandes homenajes representados mediante pequeños gestos. En tu caso, ¿qué menos...?


    Un abrazo fuerte, amigo

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