En un día de transición entre una borrasca del Atlántico y el consabido anticiclón de las Azores, contemplo el espectáculo de un cielo cargado de nubes de formas cambiantes, de contornos difusos, y con todos los matices del color, desde el gris casi negro hasta el blanco más puro.
Se mueven lentas, casi ingrávidas, por todo el espectro de la rosa de los vientos.
Y su lentitud me sosiega mucho más que cualquier libro leído o película vista últimamente.
Así es, y lo mismo pasa cuando te ves rodeado de ellas las mañanas de niebla, como empieza a haber desde octubre.
ResponderEliminarHermano.
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