Caracol. Uno de los animales más tontos de la fauna mundial. Con una velocidad de movimiento ligeramente superior al de una maceta como rasgo más acusado, no parece de los mejor dotados para escapar a la astucia y agilidad de sus depredadores, que se frotan las pinzas, las antenas, las garras… ante el escaso trabajo que les da el torpe y suculento molusco.
Por si esto fuera poca ventaja para sus gourmets, deja una huella viscosa en su premioso transitar facilísima de rastrear y seguir para encontrar su paradero y proceder a la degustación de la comilona.
Precursor involuntario de la auto caravana, otra tontería.
Inspirador de una de las melodías más insulsas y cansinas del cancionero infantil.
Junto a tortugas y galápagos, mascota preferida de los vagos y haraganes.
Está bastante rico preparado con salsa picante.
Efectívamente. No sé por qué tienen los caracoles tanto predicamento en la literatura infantil, será por los cuernitos. "La estrategia del caracol", me parece que tampoco es un invento genuino del susodicho. Total, un desastre de bicho baboso.
ResponderEliminarEnhorabuena, Elias. Un abrazo
Gracias, Juan. A mí me parece un bicho con eso, más predicamento del que a simple vista merece. Como tantos otros, por otra parte.
ResponderEliminarPero, bueno, ¿te gustan o no?
Abrazo.
Yo me apunto a una buena ración bien picantitos y con un tintorro que raspe.
ResponderEliminarPor cierto, por mi pueblo se dice que los más sabrosos son los recolectados en los cementerios. (Dicho sea como curiosidad).
Abrazos.
Pues hecho, Antonio: en nuetro próximo encuentro, ¡una de caracoles!.
ResponderEliminarLo de de que sean de cementerio ya será otro cantar, pero yo también había oído por ahí eso de que son más gustosos. Será por los "humores" inherentes al local.
Abrazo pa mojar pan.
A mí me encantan los caracoles. Eso, bien picantes y con un buen vino de pitarra. Aquí en Canarias no hay cultureta de caracoles, los tíos cabrones viven a sus anchas comiéndoselo todo y nadie los coge. Pasa lo mismo que con las setas, todos los pinares cuajados y los mayorquines y los catalanes poniéndose la botas y los de la tierra, ni olerlos.
ResponderEliminarJuan, amigo, esapbila: no sé a qué esperas para echarles mano y meterlos en la cazuela. Además, habiendo tantos te podrás dar el gusto de escoger los más lustrosos.
ResponderEliminarY con setas no los he comido nunca, pero me da a mí en la nariz que malos tampoco estarían.
Mira, lo mismo y a lo tonto, estamos inventando una receta nueva.
¡Buen provecho!
Y un abrazo.
Pues yo no te invito a comerlos, pero sí a mirarlos. Son la perfecta mascota (siempre mejor de a uno, se reproducen vertiginosamente). Los caracoles sí se han bajado del mundo, van a su paso y a mí me inspiran sosiego, qué más se puede pedir, además, no dejan pelo, para los alérgicos...
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