Es ya proverbial la desmedida pasión que las gentes de Anad sienten por los cuervos. Baste decir, como ejemplo, que el mayor poeta de la región, un tal Teodoro Higueras, escribió un libro de poemas sobre este ave que es ya lectura obligada de cualquier ciudadano de Anad y uno de sus más preciados tesoros. En este libro, la imaginación de Higueras transformaba todo tipo de cuervos -reales e imaginarios- en trasuntos de los personajes de su universo. Y a la vez creaba un espacio donde el cuervo era testigo, víctima y protagonista de unos actos de consecuencias funestas para todos. Pero hay un cuervo del que Higueras no habló y que una noche, sin yo esperarlo, vino a mí en sueños: se trataba de un cuervo cuya negrura -densa, violenta- le impedía tener sombra, pues él era su propia sombra, su negativo. De este modo, los dos rostros de la existencia tenían morada en él, y de esta conjunción extraía el cuervo su fuerza, su poder, pues era variable e imprevisible, de humor cambiante e intenciones equívocas, y tan pronto era el ave torpe que sorprendía en la nieve de invierno como era el monstruo horrísono que invadía los campos y agostaba los surcos; amable o cruel, jugaba sus cartas sin previo aviso. Vino a mí bajo apariencias contrarias mas luego, al despertar en la mañana, supe -o adiviné, no estoy seguro- que el mismo pájaro me había visitado dos veces, y que no tenía máscara.
Jordi Doce
Jordi Doce
Un hermafrodita en sus sueños, soñaba cosas así. Es el primer paso, habrá que seguir.
ResponderEliminarSaludos.