Todos mis conocidos afirman que tengo un oído de mierda; será por eso que prefiero el sonido manso y tenaz del moscardón al más elegante y altivo del mosquito.
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Ni siquiera estamos a finales de mayo, y las chicharras ya han empezado a afinar sus élitros como si estuvieran preparando el examen final de curso en el conservatorio de los insectos.
Menuda serenata nos espera este verano con las que suspendan ahora y queden para septiembre.
¡Muy buenos, Elías!
ResponderEliminarSi he de mojarme, me gusta más el primero. Puede que sea por identificación. Yo también me quedo con el sonido del moscardón.
Un saludo,
Ay, esos insectos tan poco aplicados... Menos mal que en verano estudian lo que no hicieron antes.
ResponderEliminarBien traída esta serenata.
Descendiendo un poco, no veas cómo echo de menos el canto de las chicharras. Cuando nos vinimos a vivir a este domicilio, oíamos, con la ventana abierta, el concierto nocturno de las chicharras. Ahora, veinticinco años después, tenemos que aguantar el desgradable run-run de un par de discotecas próximas y el guirigay que se forma desde el jueves alrededor de ellas...