Con Emilio Torné
El pasado viernes estuve en la Feria del Libro de Madrid. Hacía alrededor de veinticinco años que no iba a ella. Gracias a la amistosa invitación de mi querido José María Cumbreño, a las 6.30 de la mañana me subía a un autobús con un numeroso grupo de alumnos de su instituto y partimos hacia la capital. Fue, en muchos sentidos, un día muy especial para mí. Pude abrazar a amigos muy queridos a los que hacía tiempo que no veía: Emilio Torné, Jordi Doce, Benito del Pliego y Andrés Neuman (el orden de los factores no altera el producto, léase el más profundo de los afectos por todos ellos).
Tuve el placer de conocer también a un grupo de jóvenes poetas de los que Chema me había hablado con su entusiasmo contagioso en varias ocasiones durante nuestros encuentros semanales al calor de los cáfes (el suyo, descafeinado): Laura Casielles, María Salgado, Marcela Parra, Hasier Larretxea…
Fue una intensa jornada con algunas sorpresas que me han dado que pensar acerca de esas teorías de los hilos invisibles, los vasos comunicantes, las afinidades electivas…
La primera fue conocer por casualidad -¡bella casualidad!- a Aloma Rodríguez, joven escritora e hija del gran Antón Castro, un poeta y periodista que ama las bicicletas y la fotografía y del que me precio de ser amigo. Me traje en la mochila su último libro, los cuentos de Jóvenes y guapos (Xordica, 2010) y dos besos de regalo.
Con Isabel “Casariego”, responsable de unos espléndidos libros en la editorial de ese apellido entrecomillado y que comparte caseta con Emilio “Calambur” (la 135), y con la excusa de mi “Me acuerdo”, pusimos en común nuestra pasión perequiana (de Pérec, naturellement). Con María Salgado, el fervor por la poesía de Aníbal Núñez, sobre la que escribió su tesina. Con mi querido Neuman, el recuerdo eterno del maestro José Viñals y Félix Romeo (-“Yo me hice amigo de Félix después de que muriera” -le dije a Andrés cuando me preguntó por él, si lo había conocido en vida). Y con Carlos, otro de los profesores (vino también Patricia, insultantemente joven y guapa) que nos acompañó en el viaje, la mutua admiración por Max Aub y sus Crímenes ejemplares.
Las afinidades electivas, los hilos invisibles del azar, los vasos comunicantes…
El botín
El botín libresco fue suculento: entre regalos y compras, casi me lesiono el hombro por el peso: el citado libro de Aloma y los siguientes títulos: de Julio Mas Alcaraz, El niño que bebió agua de brújula y Los idiomas comunes, de Laura Casielles, ambos de poesía; en Menoscuarto, el último de Francisco Ferrer Lerín, Gingival, una selección de entradas de su siempre soprendente y jugoso blog con epílogo de Fernando Valls; de Manuel Chaves Nogales, La vuelta a Europa en avión, crónicas viajeras por la Europa de entreguerras escritas por el periodista sevillano para Heraldo de Madrid; dos libros de aforismos publicados por Renacimiento en su colección A la mínima: El caracol dorado, de Dionisia García, y Pensamientos de intemperie, de Manuel Neila; una recomendación expresa de Jordi Doce (y su criterio para mi va a misa), Los ojos de Adán, un conjunto de prosas del escritor cubano Orlando González Esteva, en las siempre hermosas ediciones de Pre-Textos, y algunos números atrasados de la revista Clarín, que ha dejado de llegar a mi ciudad.
Esto en lo que respecta a las compras.
De regalo, Mediobiografía, de Blas de Otero, en una preciosa edición conmemorativa del 20 aniversario de Calambur Editorial (gracias, Emilio); Words are Witnesses/Las palabras son testigos, una selección de la poesía escrita en inglés por la cubana Isel Rivero, traducida por Benito del Pliego -no os perdáis su Fábula en Aristas Martínez Ediciones- y publicada en edición bilingüe por Verbum (gracias, Benito); y Hacerse el muerto, el último libro de cuentos breves de Andrés Neuman, publicado por Páginas de Espuma. Este último con una hermosa dedicatoria del autor y signado con un gran abrazo (gracias, Andrés).
He dejado para el final de la lista el último libro que compré: La bicicleta del panadero, de Juan Carlos Mestre, también en Calambur, que había salido esa misma mañana de imprenta, y estaba calentito, calentito, como quien dice; casi estoy por asegurar que he sido su primer comprador. Justo antes de Chema Cumbreño y Laura Casielles, que también lo cargaron en su mochila.
Me traje también una pena: la de no haber podido coincidir por escasos minutos con mi queridísimo Mestre y mostrarle mi cariño y admiración con un gran abrazo. Aunque esto él ya lo sabe de sobra.
Los chavales se portaron de fábula y yo creo que disfrutaron de lo lindo: en el viaje de vuelta dieron un poco la matraca a base de cánticos a viva voz y su querencia innata a despegar el culo del asiento, pero bueno, es que están en la edad. Gajes del oficio.
A la una de la madrugada, “cansao como un perrino chico” pero feliz, feliz, feliz, en casita.
A la una de la madrugada, “cansao como un perrino chico” pero feliz, feliz, feliz, en casita.
¡Que se prepare el verano!
Con Benito del Pliego
Las fotos con los amigos son de Chema Cumbreño.
Completito el día, sin duda. Y bien pertrechado de libros que volviste. A disfrutarlos.
ResponderEliminarAbrazos.
Espero que Gingival sea de tu agrado.
ResponderEliminarBien completito, Antonio, sí señor. Ahora lo que tú dices, a disfrutarlos.
ResponderEliminarAbrazo.
Francisco: estoy tan seguro de ello como si llevara una escalera de color en la mano.
ResponderEliminarAbrazo.
Excelente recorrido. Qué lástima no haber coincidido. Yo estuve el sábado y un rato el domingo por la mañana. Y pienso volver el último fin de semana de la Feria. La verdad es que es un evento que no me pierdo ningún año. A ver si organizamos algún encuentro en otra ocasión.
ResponderEliminarUn abrazo.
Bueno, sí que lo aprovechaste. A ver si un día la casualidad nos junta, me cachis en tó.
ResponderEliminarBesos, Elías
Para mí también fue muy grato poderte abrazar (con el recuerdo de ACP entre pecho y pecho).
ResponderEliminarGracias por tus palabras.
Eso se llama aprovechar el tiempo... se te ve feliz. Me alegro.
ResponderEliminarUn beso.
¡Vaya "día de feria", Elías! (Un día así lo cambio yo por toda la Feria de San Juan, y mira que me gusta... )
ResponderEliminarAlgunos de los autores que citas forman parte de "mi santoral". El año pasado leímos poesía de Andrés Neuman en clase de 4º de Filología; un éxito total y absoluto, doy fe. Y estoy segura de que también triunfarían entre ellos muchos de los libros que citas. Qué buena guía, la de esos hilos que se cruzan.
¡Que disfrutes de ese botín maravilloso!