Insomnio (1)
He aquí el dolor que la palabra evita, el terco aguijón del espanto horadando el instante, la férrea caricia de un puñetazo en la boca del estómago, el estupor como hermano del miedo y la torva asechanza del silencio.
Es de noche de nuevo y de nuevo estoy solo, inerme y atado de pies y manos ante la lenta tortura de estas horas que no acaban.
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Insomnio (2)
Si me supiera algún cuento, me lo contaría para dormirme.
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Insomnio (3)
El malvado no sabe de insomnios. Duerme -el muy cabrón- como un bendito.
Lo conozco, Elías. A veces muerde como un lagarto oscuro y ensancha la noche hasta límites insospechados. Ante ello, sólo queda buscar nuevas celadas con las que vencerlo. A veces llegan; a veces no.
ResponderEliminarUn abrazo.
Enormes, Elías, estas poquinas palabras
ResponderEliminarUn abrazo
Al tercer texto, sobre todo, no paro de darle vueltas. Y cada vez me reafirmo más en ello.
ResponderEliminarQue durmáis bien.
Os arropo con un abrazo.